Soy
el doctor del Prete y hoy les quiero contar una historia que me ha
perturbado desde mis épocas de impúber. Cuando iba a tercer año de
escuela en mi ciudad natal, cuna de grandes cultores del balompié
nacional y del mismísimo José Gervasio, sucedió un episodio que
hasta el día de hoy sigue afectando mis sueños. La historia
involucra la muerte de un compañerito, el más pequeño de la clase
por altura y edad, que se supo llamar Alberto. Así al menos lo
bautizamos nosotros, porque vaya uno a saber cómo se llamaba esa
criatura antes de aparecer en nuestro salón de clases.
Alberto
no era una persona aunque nosotros lo tratamos como si lo fuera.
Alberto era un pingüino; un pingüino emperador para ser mas
preciso. O al menos así lo recuerdo. Era tan alto como un niño
promedio de primer año; caminaba lento como el padre de Piero y
siempre tuvo un gesto de tristeza en su pico. Alberto fue encontrado
por mi maestra en las costas de la Barra del Chuy. El pobre
seguramente viajó mas de 3000 kilómetros desde la desolada
Antártida hasta la desolada Rocha. Un amigo de la época defendía
la teoría de que Alberto quería venir originariamente para
Atlantida pensando que seria igual que la Antártida pero con menos
pingüinos. Ciertamente hay menos pingüinos en el afamado balneario
canario. Pero ¿cómo
un pingüino pudo enterarse de la existencia de Atlantida? Dicho
balneario es bien conocido entre canarios pero no entre aves de mayor
porte. La teoría de mi amigo era que Alberto seguramente vivía
cerca de la base Artigas y allí escucho gente hablando de Atlantida.
Por mucho tiempo esa fue la teoría mas creíble. Hoy ya no la creo
tanto.
Los
días de Alberto en la escuela fueron crueles. Si bien disfrutaba de
nuestra compañía, estaba siempre triste. Pasó buena parte de su
tiempo en una piscinita Ponti chica que estaba en un rincón de la
clase. Siempre estaba atado de una pata a la piscina, salvo cuando
tenia mucho calor y se quería meter en una heladera General Electric
del año del ñaupa que habíamos equipado para su conveniencia. Cada
día, uno de nosotros se encargaba de trasladar a Alberto de la
piscina hacia la heladera y viceversa. Pero uno de esos días me toco
a mi. Cuando abrí la heladera para llevarlo hacia la Ponti, Alberto
estaba recostado a una de las paredes. Apenas podía caminar. Y yo
juro que ese día Alberto me habló con la voz mas lastimosa que he
oído en mi vida. Cuando fui a atarle una pata sentí salir de su
pico tres veces la palabra “apana”. Se lo conté a la maestra
pero ella no le dio importancia. Alberto no duró más de una hora
luego de ese episodio. Al llegar a la piscina ya estaba sin vida.
Años mas tarde me enteré que Apana significa muerte en idioma
Yagán.
8 comentarios:
Conmovedoras historias, la del pingüino y la del niño que se endrogaba a los 7 al punto de escuchar hablar a los pingüinos.
Después no preguntamos como llegan personas grandes a ponerse camisetas símil Racing Argentino, imitando un aviso de nike
No quiero ser malo, pero ese pingüino se suicidó. Eso no era vida.
seguramente lo decidió al ser sodomizado por el chuequito de 7 añitos
que final más siniestro, cristian.
Era eso o terminar como el turco Abdala.
Yo hubiera hecho lo mismo.
¿¿Y acá no va a haber previa del Clásico?? Ah no... Así no, ASí NO.
No lo cronometré, pero creo que pasaron unos 2 minutos entre el gol en la televisión y el gol en el relato de 13a0 por internet.
Pobre pingüinito. Toda la historia me transmitió mucha tristeza. Me encantó.
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