Todos goleando

Tras los temas que monopolizaron la opinión pública deportiva de nuestro país durante los últimos meses (a saber: la destitución de Carrasco, la final de la Libertadores, la sexualidad de Forlán y el descenso de River), parece que arranca la Copa América. Lo que nos invita a evocar las últimas campañas celestes en el torneo de selecciones más antiguo del mundo (repito: el más antiguo, no el mejor).

1967, Montevideo: no estábamos vivos en ese entonces, pero calculamos que Uruguay repartió mucha patada. Seguro que en Argentina jugaban los delicados Sanfilippo, Mas, y Artime. Pero les ganamos la final 1 a 0 con gol de Rocha, y quedaron calentitos. Por suerte por aquellos años, Brasil estaba demasiado ocupado en salir campeón del mundo como para prestarle atención a este campeonatito de cuarta.

1975, sin sede fija: por motivos que no manejamos del todo, la Copa estuvo mucho tiempo sin jugarse (nadie quería hacerse cargo), hasta que un buen día se tuvo la idea de jugarla sin sede, en régimen de ida y vuelta. Uruguay quedó eliminado ante Colombia, gracias a que el Nando Morena erró dos penales y se hizo echar. Para peor, el diez de ese equipo era Juan Ramón, lo que le restaba casi toda chance de campeonar.

1979, sin sede fija: y sin destino fijo tampoco. Marchamos en la serie, y los periodistas deportivos (muchos de los cuales siguen en actividad) ya hablaban del más profundo declive del balompié celeste.

1983, sin sede fija: con goles de Wilmar y el Pato Aguilera fuimos quemando etapas, hasta alcanzar la final ante el poderoso scratch brasileño (que seguramente jugó con suplentes). Acá les ganamos 2 a 0 (Francescoli –que todavía parecía un flaco humilde y querible– anotó el primero, y el padre del Diogo que juega en Zaragoza marcó el segundo, tras inolvidable jugada). Fuimos allá con Gorzy en el avión, y la mano venía complicada, en una época en la que de poco servía el saldo de goles. Pero cuando había olor a tercer partido desbordó el Chicharra, metió un centro, saltó Aguilera (que ese día había consumido de la buena), cabeceó entre dos zagueros que medía 2,15 el más bajo, y la clavó. El arquero Leao (gran perdedor de la vida) casi la saca, pero se le metió para adentro. Al Patito le cabecearon la cabeza (curioso, más o menos como que si le hubieren peloteado la pelota), y desde ese día su cabellera no volvió a ser la misma.

1987, Argentina: los vecinos venían de ser campeones del mundo, algo que ahora nos parece lejano, pero que hace 25 años nos parecía realmente imposible. Nosotros veníamos de comernos 6 pepinos ante los daneses, y de tener al expulsado más tempranero de la historia de los Mundiales (al menos una buena). Pero como en esa época teníamos banca en la FIFA (solo que no lo sabíamos), nos hicieron pasar directamente a semifinales, para enfrentar al local. Nos cagaron a pelotazos, pero Eduardo Pereyra andaba clarito, y le sacó flor de cabezazo a Funes, que palmó al poco tiempo, pese a que a todo el mundo le caía bien. Antes, Alzamendi metió el único gol del partido en plena cancha de River, que por ese entonces jugaba en la A. En la final, los chilenos le pegaron duro y parejo a Francescoli, pero igual ganamos 1 a 0 con gol de Bengoechea, pero que la televisión le adjudicó al Chueco Perdomo.

1989, Brasil: si serán joeputa estos brasucas, que se armaron el torneo para que la final cayera el 16 de julio en Maracaná. Para peor, ni siquiera era una final, sino que armaban un “todos contra todos” entre los cuatro semifinalistas, igualito que en el 50. Solo faltaron Suecia y España, porque lo que fue nosotros, ahí estuvimos. En el torneo arrancamos medio que como el ojete, perdiendo ante Ecuador. Que en aquel momento era como perder con… Ecuador, pero con un Ecuador que nunca había ido a un Mundial, y en el que Aguinaga era un bebé de pecho. Después le ganamos 3 a 0 Bolivia con un gol de nuca del arquero, perdimos con Argentina (gol del Cani), pero le ganamos a Chile y clasificamos de casualidad, porque Chile le ganó a Ecuador por un gol, porque si le ganaba por dos éramos boleta. En las semifinales le metimos 3 a Paraguay (la noche en la que Alzamendi erró 14 mano a mano ante el Gato Fernández, posiblemente el peor arquero de todos los tiempos), y le ganamos 2 a 0 a Argentina (la tarde en que Ruben Sosa le pidió prestada el agua al Pato). Y llegamos a la final. Aguantamos 0 a 0 el primer tiempo, y apenas arrancado el segundo, gol de Brasil (Romario). Y encima, en el arco de la izquierda. ¡No podíamos perder! Nos quedamos esperando el empate de Schiaffino, hasta que terminó el partido y nos dimos cuenta de que veinte años no es nada, pero 39 es bastante.

(Continuará.)

(Publicado en Guambia, 29/06/11).