Nepal e India

Andábamos por Pokhara allá por nuestra última entrada, y dispuestos a saltar desde 160 metros. Bien, lo hicimos, y para regocijo de la comunidad del blog, seguimos vivos.

El salto en sí habrá durado unos 30 segundos entre caídas, rebotes y desenganches. Fue emocionante sí, y nos dio bastante miedo, pero créanme que cuando uno está al borde de un puente con tamaña altura, luego de esperar dos horas viendo gente saltar, luego de pasar nueve horas viajando con un lunático como conductor por las laderas de las montañas, lo único que desea en la vida, es comenzar a volar.

Imagínense además estar con los pies a centímetros del borde, y que el enfermo del instructor pida "one more step, one more step". Pará loco, no ves que si viene una brisita me voy para abajo de un envión. Quizás ello explique el hecho de que nadie se arrepienta, una vez ahí el tipo dice 3, 2, 1, bungee y van todos para abajo, a terminar con el suplicio.

Luego la vuelta a Kathmandu, la vida salvada de milagro en infinidad de curvas por la montaña, y fiesta en el hotel. Pero tranqui, que al otro día volábamos para India.

Ay, India. Lindo país. Sobre todo por el río Ganges. Porque ya todos saben que los indios creman a sus muertos y tiran las cenizas ahí, que a algunos no los creman por motivos en los que no ahondaremos, así que tiran los fiambres directamente. Que además los creyentes se bañan con gusto. Pero ver a los tipitos tomando agua como si fuera fagar manzana no tiene precio.

Mas no se deje llevar por la introducción, que india no es tan refrescante. De hecho todo el tiempo la temperatura es de unos 45° promedio. Dicen que cuando pasa los 50° los trabajadores tienen derecho a suspenser sus actividades por obvios motivos, y por ello los termómetros siempre trancan en 49.

Así que acá estamos, con el aire acondicionado en 10 grados y tapándonos con el acolchado en el hotel 5 estrellas.

En fin, de Varanasi pasamos por Delhi y seguimos para Jaipur. En algún momento del viaje visitamos un observatorio con relojes solares y esas cosas. Muy lindo, hay que decirlo, aunque por motivos que desconocemos a la hora solar había que sumarle 24 minutos para obtener la real.

Luego, y antes de arrancar para Agra, pasamos por algunos palacios y fortalezas, de los que se destaca el patio de un emperador dotado de un ajedrez natural. Básicamente estaban los cuadraditos en el sopi, y cuentan que en su época los rellenaba con mujeres, a quienes les decía para donde tenían que moverse en su turno. No obtuvimos información acerca de lo que pasaba cuando una pieza se comía a otra, pero vaya de todos modos ese aplauso para el noble hombre y su sano entretenimiento.

Y al fin de cuentas fuimos al esperado por todos Taj Mahal. Hecho completamente de mármol, básicamente es un mausoleo para guardar la tumba de una de las esposas de cierto rey, que palmó al tener su decimocuarto hijo en diecinueve años, no nos imaginamos por qué.

Al igual que todo India es muy lindo sí, pero no nos vengan con esa mentira que es una de las siete maravillas, cuando en todas las escuelas del país, incluso en la 38, se enseña que la única que queda en pie es la gran pirámide. Indagamos un poco y vimos que es una de las siete maravillas modernas, un parche ahí que se inventó para dejar contenta a más gente. Algo así como la tabla anual.

¿Curiosidades? El afán por la simetría. Llegaron al punto de construir una mezquita en uno de los lados, apuntando a la Meca claro está, y de realizar una construccion idéntica del otro lado, viciada de nulidad y del nombre de mezquita, ya que no apuntaba al lugar sagrado. No entendemos pues, cómo, bajo estas normativas, el día que murió el rey y pusieron su tumba junto a la de su amada, lo hicieron groseramente en un costado, mandando al carajo todo aquello vinculado con los ejes axiales.

Pero lo que más perplejos nos dejó, es un poder oculto que tiene el lugar, y que logra pelotudizar a la gente, sin importar edad, clase social, sexo, religión, etc.

Todos, sin excepción, ni bien se asoman al paisaje, posan para la clásica foto de ilusión óptica con un dedo tocando la punta del Taj, con las manos encerrándolo, u otra gran variedad de posturas en las que no profundizaremos, pero que dejan a las claras por qué estamos frente a una de las siete maravillas del mundo... moderno.

Nos despedimos con una frase del kamasutra, el libro nacional, ávidos de obtener esa poronga semanal:

"Si un hombre tiene dificultad para acercarse a la mujer a la que quiere seducir, debe sobornar a la criada de ésta para que le dé a la muchacha alguna sustancia embriagante, y para conseguir que la lleve a algún lugar solitario con algún pretexto. Allí, él debe disfrutar de la mujer antes de que ésta se recupere de su embriaguez".

Hasta la semana que viene.