CUENTO: Alberto y Carlos

Alberto y Carlos

Alberto y Carlos eran dos grandes amigos de la infancia. Un día, sin previo aviso, se cruzan en la calle. Alberto iba de traje acompañado de su bella esposa de bellos ojos y bello vestido y sus bellos hijos con bellos atuendos, que paseaban, con una bella correa, a un bello perro que tenía el vello de las orejas alborotado. Por su lado, Carlos, caminaba solo. Solo y con una botella de vino en la mano. Pero vino solo. Carlos, vino solo con un vino solo que vino solo con un vino solo. Bueno, no importa. El punto es que Alberto se había convertido en un exitoso hombre de negocios y Carlos no. Alberto tenía una bella esposa y Carlos no (no porque su esposa fuera fea, si no porque directamente no tenía esposa). Alberto tenía bellos hijos y Carlos no (no porque sus hijos fueran feos, si no por el simple hecho de que no tenía hijos) lo que anula la descripción de los hijos y al perro. En una palabra: Alberto era feliz y Carlos era un infeliz.

ALBERTO: ¿Carlos?

CARLOS: ¡Alberto!

ALBERTO: ¡Carlos!

CARLOS: ¿Alberto?

ALBERTO: ¿Carlos?

CARLOS: ¡Alberto!

ALBERTO: ¡Carlos!

CARLOS: Sí, soy Carlos. Para un cacho... Si no la cortaba la seguíamos hasta mañana.

ALBERTO: Carlos, ¿qué es de tu vida?

CARLOS: Nada, ¿qué es de la tuya?

ALBERTO: Y aquí me ves, con mi bella esposa, mis bellos hijos y mi bello perro con el vello alborotado. Pero contame, ¿qué es de tu vida?

CARLOS: Ya te contesté.

ALBERTO: ¿Qué es de tu vida?

CARLOS: Ya te contesté.

ALBERTO: ¿Qué es de tu vida?

CARLOS: Y nada, yo que sé... ¿Mi vida? La debo haber dejado olvidada en casa, si es que tengo casa... si es que puedo olvidarla... si es que tengo recuerdos... si es que...

ALBERTOS: Bueno, un gusto... Nos vemos (ojala no), suerte (mala suerte), chau...

Alberto se va caminando rápido con su bello núcleo familiar y con un bello tono le dice a sus bellos hijos y a su bella esposa (que no tenía vello en ninguna parte del cuerpo porque se había hecho una depilación definitiva):

- ¡Estos mendigos!, ya ni saben lo que dicen. No hay caso...

Carlos con una bella sonrisa, de su bello vello saca la billetera y empieza a mirar cuanto dinero tenía adentro y en diálogo interno se dice:

- ¡Estos "hombres modernos"!, ya ni se dan cuenta cuando les roban. No hay caso...

(NOTA: Fotos meramente ilustrativas, pueden ser denostadas)