martes, 22 de septiembre de 2015

Tan cerca pero tan lejos

Pablo López, mal echado. Foto: Tenfield.
Acerca de las similitudes y diferencias entre nuestras dos selecciones más representativas.
(Publicado en Brecha hace como 10 días).

En los últimos días, la selección uruguaya de fútbol cumplió sus dos últimos compromisos previos a las Eliminatorias, mientras que la de básquetbol disputó el Torneo Preolímpico. Los resultados no parecen demasiado auspiciosos: en balompié ganamos 1 a 0 sin brillar a Panamá y caímos por idéntico marcador ante la ya no tan débil Costa Rica, mientras que en baloncesto quedamos eliminados pese a un par de disfrutables victorias ante Brasil y Venezuela, y una derrota dignísima ante Argentina.

Tiendo a suponer que la composición del universo de hinchas en uno y otro deporte incide decididamente en las diferentes cargas de ansiedad que como sociedad depositamos sobre una selección y la otra. Dicho de otra forma: que cerca del 90% de las personas de nuestro bendito país que manifiestan un grado aceptable de interés en el deporte, sean hinchas de Nacional o Peñarol, determina nuestro comportamiento a la hora de hinchar por la selección de fútbol.

El rico pasado internacional de nuestros equipos grandes parece instar a sus hinchas a creer que tienen una obligación intrínseca de proclamarse campeones en todo aquello de lo que participen. ¿Cuántas veces escuchó cosas tales como “esto es Peñarol y la obligación de salir campeón siempre está”? Nada de obligación de salir a refrendar una identidad futbolística o a reproducir un patrón histórico de juego transmitido de generación en generación: todo se reduce a una obligación de ganar que, hasta por una cuestión estadística, halla más fácilmente la frustración que la satisfacción[1].


Y son esos mismos hinchas los que cada tanto se convierten en hinchas de la selección. Y en ella, alimentados por un pasado tan o más rico que el de la camiseta de sus amores, buscan seguir alimentando esa desmedida voracidad de triunfos con un equipo como el de Tabárez que –para colmo– tuvo a bien avivar ese fuego con todo lo sucedido entre 2010 y 2011. Solo así se explica que con cada performance no del todo convincente de un equipo que se encuentra en plena metamorfosis, sobrevengan tantos comentarios tan duros para con un proceso que hace 5 años nos hizo sentir el más genuino de los sentimientos que un hincha puede permitirse: agradecimiento. Sin embargo, ahora que la selección se ve obligada a pasar de Suárez, Forlán y Cavani a Rolan, Lozano y el Pelo Santos, llueven las críticas despiadadas. Como si Uruguay tuviera la obligación de pasarle por arriba a Costa Rica simplemente porque somos Uruguay y ellos no.

Supongo que el entrenador compartirá la preocupación ante el futuro inmediato: desde el mordiscón de Suárez a Chiellini en adelante, los buenos momentos futbolísticos de la selección han sido escasos. Pero la verdad comienza en un mes en La Paz, y por motivos que trascienden lo racional, nuestra selección parece sentirse más a gusto cuando no hay lugar para el más mínimo descuido, que cuando la exigencia es liviana.
Por su parte, la selección uruguaya de básquetbol despierta sentimientos contrapuestos. Si bien hace 18 años que no ganamos absolutamente nada pese a tener un pasado glorioso (múltiples campeonatos sudamericanos y dos bronces olímpicos mucho más recientes que los oros del fútbol), la selección celeste no sale al flotante obligada a ganar. Una posible explicación apunta a que los hinchas de nuestro básquetbol están mucho mejor distribuidos que los del fútbol: los equipos con hinchadas históricamente numerosas han estado más predispuestos a la desgracia que al éxito, por lo que nuestro básquetbol ha evolucionado atado a la idea de que es posible ser grande y luchar por no descender (a veces, sin éxito). Si yo soy hincha de Goes, y sé que Goes hace 57 años que no sale campeón, mal puedo salir a exigirle a la selección que le gane a Puerto Rico por 35.

Pero quizás lo que separe a ambos combinados sea un desfasaje más temporal que sociológico: la selección de básquetbol parece estar unos veinticinco años atrasada respecto a la de fútbol, y así como en 1991 Luis Cubilla nos hizo creer que Francescoli y los demás repatriados eran malas personas porque ganaban mucha plata pero no le ganábamos a nadie, ahora nos la agarramos con Batista y Granger, que como “la están haciendo toda en Europa” no son capaces de venirse a romperse el alma por la gloriosa celeste.

Y del mismo modo que en 1991 fuimos a la Copa América con Peter Méndez como máxima figura ofensiva y no nos importó demasiado quedar eliminados en primera ronda porque “los muchachos lo dieron todo”, ahora fuimos a México con el Tito Borsellino fajándose de igual a igual con un tal Anthony Bennett. Jugamos 8 partidos, perdimos 6 y quedamos afuera, y aún así el balance parece ser positivo. ¿Por qué? Porque hemos adecuado nuestras expectativas.

Si realmente al básquetbol le espera un derrotero similar al del fútbol, las perspectivas no serían demasiado halagüeñas en el corto plazo. Así como no tardamos en darnos cuenta que por peor que nos cayera Fonseca, no teníamos otro mejor, tarde o temprano pasará lo mismo con Granger y con todos aquellos jugadores que osen priorizar sus carreras frente a la posibilidad de defender a la selección en campeonatos donde el máximo objetivo parece ser pelearle el tercer puesto del continente a los bolivarianos.

Y ahí quizás hasta nos toque empezar a perder ante Chile o Paraguay. Hasta que llegue una versión basquetbolística de Tabárez a la que se le otorguen las bases materiales necesarias para poner la casa en orden y –nunca mejor dicho– sacarle el mejor jugo posible a nuestras naranjas. Y ese día, integrar el quinteto celeste volverá a ser una forma de potenciar al jugador y no una carga.

¿Será Capelli el indicado? Ojalá. Más que cuestiones tácticas, lo que parece faltar es respaldo para que el entrenador de turno pueda ejecutar su idea, y cuestiones mínimas tales como tener un lugar adecuado para entrenar.

Luego, más allá de picanroles y bloqueos indirectos, todo se resume a hacer pasar la pelota por el aro más veces que el rival.

[1] Sin ahondar en si Peñarol ganó 49, 47 ó 42, resulta claro que a lo largo de su existencia, el elenco carbonero perdió más Campeonatos Uruguayos que los que ganó. Lo mismo corre para Nacional. 

12 comentarios:

El_Pordiosero dijo...

El basketball tiene todo para crecer. Pero estamos en un momento donde o empezamos a despegar, a nuestro ritmo por supuesto o nos vamos a pique y perdemos con Chile y Paraguay (acaba de pasar en la sub 17). La selección tiene que tener muchisimas mas comodidades de las que tiene. Basta escuchar a Darwin hablar de lo que le cuentan los propios jugadores sobre las condiciones en que compiten y ahi ya está todo dicho (mas alla de que a veces la exagera).

Además, no creo que todavía exista en Uruguay un proyecto de captación de talentos en tempranas edades, como si tiene el futbol, que dificilmente se le escapa un botija de 10 años q la mueva, xq x un lado o x otro en alguna cancha siempre cae. Se hizo un proyecto de "captación de altura" pero por ahora poca cosa. Ademas, muchas veces cuando los emcontramos, los entrenadores de formativas los hacen jugar de 4 o 5 solo para ganar en formativas, y dsps no tenemos un alero q mida mas de 1, 90 xq claro, a los otros los transformamos en jugadores abajo de las tablas, que de grande, con suerte, seran unos Calfanises.

El_Pordiosero dijo...

Apuntes:

Pablo Lopez contrató a Calfani y lo puso a jugar de 3, y le dijeron de todo menos lindo. Terminó de 4, el daño era irreversible.

Tengo entendido que a Batista lo encontraron de pedo a su 16 años en las inmediaciones de Olivol, y sacaron un jugador de basketball de la nada.

En Lituania son 3 millones como nosotros, y terminaron jugando la final del Europeo contra Pau Gasol.

Andrés Reyes dijo...

¿Y ganaron?

El_Pordiosero dijo...

No, pero si tuviesemos el palmares de los ultimos 15 años Lituanos, Ney Castillo sería presidente de Uruguay.

Facundo dijo...

Me parece que al básquetbol le falta llegar a un montón de lugares en donde no está presente. Si coloreáramos en un mapa del país los lugares donde se juega al básquetbol quedarían unos blancos enormes. En Montevideo se juega en la zona costera y en el corredor Prado-Sayago-Colón. Y en el interior prácticamente sólo en el litoral. Son casos muy puntuales los lugares donde se juega que no sean estas zonas. Hay un porcentaje muy grande de gurises uruguayos que tienen bajísima probabilidad de cruzarse en su vida con una cancha de básquetbol decente y en general estos gurises pertenecen a las zonas con situaciones socio-económicas más complicadas. De esa manera el fútbol se termina llevando la mayoría de la "clientela", y a los que no se los lleva el fútbol no se los lleva ningún otro deporte. No se trata de intentar competirle al fútbol porque eso es imposible. Pero me parece que el básquetbol podría perfectamente atraer a un montón de gurises a los que no les gusta o no tienen condiciones para el fútbol y que sí podrían tenerlas para el básquetbol. Para eso sería fundamental que tenga una mayor presencia en el territorio y que no se juegue únicamente en clubes con cuotas sociales y matrículas bastante altas.

El_Pordiosero dijo...

Es cierta la falta de ligas reconocidas en ciertas partes del territorio. Pero tambien es cierto que una cantidad de plazas nuevas y no tanto, cuentan con un aro al menos. El litoral le da al basket una cantidad de jugadores. Pero en Montevideo un club de basket hay a 10 cuadras de cualquier casa. Y no necesariamente con cuotas altas ni medias.

Unknown dijo...

"si tuviesemos el palmares de los ultimos 15 años Lituanos, Ney Castillo sería presidente de Uruguay"

Difícil encontrar un mejor argumento contra el estimulo del basket.

Unknown dijo...

"si tuviésemos el palmares de los últimos 15 años Lituanos"

Habríamos sido una república soviética antes de volvernos asquerosamente fachos...

Unknown dijo...

"Si coloreáramos en un mapa del país"

La maestra nos felicitaría.

Si!... si, si, si...
La Sorda previo al momento sublime.

Unknown dijo...

Fagalde! volve!

NicoK dijo...

A mi lo que me molesta, es ese "enojo", de los periodístas sobre todo con Batista y Granger por no querer jugar.
Yo los entiendo, la organización aca es una cagada, por algo además de ellos 2, hay varios más que rechazan jugar en la selección: Izaguirre, LGM, Panchi.

No se va a arreglar nada hasta que Ney no se vaya. Cuando llegó Capelli una de sus exigencias fue que contrataran de ayudante a un tecnico de primera de basket uruguayo, y les costó encontrar uno que no estuviera peleado con al federación o Ney (al final encontraron a Camiña).

Y es exactamente como dice Pordiosero, aca el único Alero que tiene Uruguay es Aguiar, luego no tiene absolutamente nadie más decente de alero (Martín Aguilera es el otro, pero viene de una lesión jodida). Porque si estas cerca de los 2 metros, de chiquito te ponen a jugar abajo del aro y no aprendes otra cosa.

Yo soy de la misma generación que Calfani, y recuerdo cuando Bigua lo trajo de Artigas con 12/13 años midiendo ya más de 1,90. No sabía jugar al basket, ni picar la pelota; pero lo paraban abajo del aro todo el partido, y era dificil meter una con un tipo que te lleva 50/60 cm de altura.

Izaguirre era otro caso, cuando era juvenil y tenia algun minuto en 1era, lo probaban de alero (era muy flaco para jugar abajo, por algo el apodo que tiene), y probaba tirar de 3. Si en el futuro lo hubieran seguido entrenando de Alero, tal vez hoy seria otro tipo de jugador, y podría tener un aporte mucho mayor con la altura que tiene jugando afuera del aro, que por más que a veces le gusta tirar de afuera, no deja de ser un interno.

Lo de Lituania en basket es exactamente igual que Uruguay en el futbol. Incluso tienen una gesta semi-maracanazo con las Olimpiadas del 92... ta, no ganaron, pero casi (Recomiendo el documental "The Other Dream Team" que cuenta esta historia)

Mauro M. dijo...

Bien TODOS. Lindos aportes.

Congrats.