Lima, limón

A minutos del trascendente choque ante Perú por Eliminatorias, compartimos una breve reflexión acerca de cómo vivimos la posibilidad de volver a quedar afuera de una Copa del Mundo. Posibilidad que pareció perder fuerza de la mano de las últimas performances celestes, pero que en cualquier momento puede reflotar. Porque somos uruguayos y uruguayas, y el día que clasifiquemos sin sufrir a un Mundial, habremos dejado de serlo.

Publicado en Brecha, 06/09/13

Uruguay tiene una relación singular con Perú en lo que a Mundiales se refiere. Nos dejaron directamente afuera de uno (el de 1982), nos terminaron de sacar del de 1998 (aquella vez que el "Chorri" Palacios le hizo un gol de 173 metros a Siboldi), pusieron su granito de arena para dejarnos afuera del de 2006 (3 a 1 en el Centenario) y casi nos sacan del de 2010 (nos ganaron 1 a 0 en Lima y nos dejaron peor que el Peñarol del Tornado). Incluso en el lejano 1930 casi nos amargan la tarde el día de la inauguración del Centenario, cuando apenas les pudimos ganar 1 a 0.

El partido de esta noche será una perla más en el collar de eventos futbolísticos que unen a charrúas e incas. Un triunfo de los comandados por el oriental Markarián nos puede frenar el impulso que nos dieron tanto el triunfo ante Venezuela como la participación en la Copa de las Confederaciones. Paralelamente, un triunfo ante el equipo de quien fuera el técnico de Nacional en la noche del 11 contra 8 generaría una corriente irrefrenable que nos pondría en la Aduana del Chuy listos para cruzar y llevarnos todo por delante.

Arriba, abajo, al centro, y afuera

Quedar afuera de un Mundial, para un uruguayo o uruguaya, es muy parecido a la muerte[i]. Durante los segundos posteriores a los pitazos finales del árbitro de turno, sobreviene un silencio compartido que es difícil de romper. Pues hasta que el partido termina, uno tiene la infundada ilusión de que algún centro frontal se desviará mágicamente en la cabeza de un defensa rival y se incrustará en el ángulo. Del mismo modo que ante un pariente agonizante abrazamos la esperanza de que muestre signos de mejoría contraviniendo los diagnósticos médicos, cuando vemos que el cuarto árbitro marca los descuentos y vamos perdiendo, hacemos promesas incumplibles, fantaseamos con que el Pichón Núñez desborde y tire un centro preciso, nos ilusionamos con que nos regalarán un penal, incluso llegamos a preguntar si Siria está clasificado cosa de ver si se puede generar un cupo por invitación.

Hasta que sobreviene el final, y con él, el vacío. Nunca estuve muerto, pero imagino que debe ser muy parecido a eso. A la nada misma. A ver cómo se le niega a uno la posibilidad de seguir avanzando. Para una persona que muere no hay mañana. Para una selección que queda afuera de un Mundial, tampoco.

Nunca ha habido incidentes, ni silbidos, ni insultos soeces tras quedar afuera de una Copa del Mundo. Tan solo silencio[ii]. La sangre se te congela, el corazón deja de latir por unos segundos, imágenes de las piezas publicitarias argentinas vinculadas a ese Mundial al que no irás pasan fugazmente por tu mente, anticipando el suplicio. Ni siquiera tenés a quién putear, pues quienes están cerca, están igual de tristes que vos. Por un instante llegás a sentirte detenido en el tiempo, y te cuesta creer que a tu alrededor, el mundo siga fluyendo.

Del mismo modo que ante la pérdida de un familiar nos impacta ver cómo las demás personas son inmunes a nuestro dolor ("¿cómo hace el florista para vender flores con cumbia de fondo? ¿No ve que acabo de enterrar a mi abuelo?") al hincha le toca ver cómo el Mundo se seguirá preparando para la Copa (cuyo bullicio podremos escuchar cuando el viento sople desde el noreste) sin importarle nuestra desgracia.

No más rayas para este tigre

Quienes rondamos los 40 años, vimos a Uruguay más afuera que adentro de la Copa del Mundo. Si toca, no nos vamos a amedrentar por volver a quedar eliminados, por más que ya hayamos hecho planes de alquilar una Combi para ver un Mundial de cerca por primera -y acaso única- vez en nuestras vidas. Nos quedará la tranquilidad (que no tuvimos en anteriores eliminaciones) de tener una selección que hizo todo por clasificar utilizando argumentos deportivos, lícitos, reglamentarios. ¿De qué sirve ganar si para ganar tuviste que sobornar al arquero rival, o mandar a unos barrabravas al aeropuerto para escupirlos, o tirar cohetes para que no puedan dormir, o cagarlos a piñas en el túnel?[iii]

Esas prácticas quedaron atrás en el tiempo. Hoy, si quedamos afuera, será porque en varios momentos de la Eliminatoria jugamos mal, o porque los demás jugaron mejor, o porque aunque uno se esmere por hacer las cosas bien, siguiendo los procedimientos que uno cree correctos, no siempre se gana.

Porque como dice el Vasco Arruabarrena cada vez que le preguntan por qué su equipo juega tan feo: "esto es fútbol".

Y el fútbol, mucho más que la vida, siempre da revancha. Solo que la da cada cuatro años, y a nadie le gusta esperar tanto.

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[i] Intuyo que para un canadiense o un finlandés debe suponer un proceso mucho menos traumático.

[ii] Matizado con algún "lo dijimos en su momento" de Da Silveira o Buysan.

[iii] Para mi gusto, el límite entre lo festejable y lo ilícito lo marcó el limonazo de Venancio Ramos en la Eliminatoria del 85: la experiencia nos indicaba que el tiro libre del Chileno Aravena terminaría en gol, y el enrulado puntero le movió la pelota con un limón, provocando que el balón terminara en el talud de la Colombes. En cuanto a cábalas, tengo una que consiste en escribir una nota de tinte pesimista en lo previo a un match crucial.