Erika agarra
la trincheta que está suelta en la mesa y en menos de un segundo la hoja, entre
afilada y oxidada, está seis centímetros afuera de la vaina, y a dos metros de la maestra. El plástico negro
hace un click claro y conciso al trancarse para evitar que la cuchilla vuelva a
su refugio original. Los compañeros de clase en un día normal, como este, no
prestarían atención, si no fuese porque cinco segundos antes Erika se levantó
furiosa de la silla y soltó una catarata de insultos. La maestra da medio paso para
atrás, el pie derecho se afirma en el talón, el izquierdo lentamente se
prepara a seguirlo. Erika suelta una puteada más y tira la tirncheta, sigue con
sus tareas. La
maestra piensa en la Escuela Francia, en la vieja cotorruda de magisterio, en Valizas, en Erika y sus 14 años. Ahora sí empieza a desandar los pasos que había dado en retirada, guarda
la trincheta silenciosamente. Erika, podés venir conmigo un segundo. Le da la espalda, se muerde el labio y cierra los ojos. No tiene
idea que le va a decir, sabe que Erika ya no se va a acordar de lo que pasó.
Estudiar tantos años para luego depender de tu sentido común, tu suerte y tu empatía es algo que no tiene sentido, pienso, mientras retiro el título. "Estudiar no tiene sentido, no te da para nada a vos", fue lo que pensó, y dijo, la hermana mayor a Erika cuando esta tenía 9 años y empezaba cuarto de escuela. La mochila se quedó juntando polvo al lado de un viejo cuaderno con la cara de Varela.
Estudiar tantos años para luego depender de tu sentido común, tu suerte y tu empatía es algo que no tiene sentido, pienso, mientras retiro el título. "Estudiar no tiene sentido, no te da para nada a vos", fue lo que pensó, y dijo, la hermana mayor a Erika cuando esta tenía 9 años y empezaba cuarto de escuela. La mochila se quedó juntando polvo al lado de un viejo cuaderno con la cara de Varela.
Hoy.
Cuando tomé el pasaje "Nuestros Hijos" jamás imaginé que existiera una calle aún más angosta, sucia e inundada que
esa. Pero la hay, nace en la esquina, se llama "Los nietos", recorre treinta metros
en bajada y es por la que camino en busca de Erika.
Corretea por el arroyo del desagüe que se forma con lo que sale de las casas que están encima de la lomada. Con una bolsa de nylon
transparente en la mano derecha, descalza, agazapada, atenta, los ojos se
cierran y afinan para enfocar mejor. Cuando estoy a 5 metros pega un salto y se
levanta con una rata en la mano, me ve, sonríe, maestro, ahora vengo. Ya me lo contó otras veces, acaba de conseguir su cena. Es la niña más tierna que conocí. Entra y sale, sin
sus armas, me abraza, maestro, está feliz.
Ayer.
Hacer un
asado en una casa compartida por muchas personas no es tarea sencilla. Lo
sabíamos cuando compramos la carne al mediodía, lo comprobamos cuando pasamos
de ser 4 a ser 15. En el medio, un bache de silencio, los asadores
originales disfrutábamos la montaña, la nieve, el vino. Llegó Miguel, 70 años. No lo
conocíamos, pero es de la casa. No necesitamos preguntarle para que comience a hablar.
Por decreto
de un Albacea Real de Felipe V le fueron donadas a su familia 252.000 hectáreas
de campo en la mitad del desierto, sin más valor que cada grano de tierra y
cada persona que vive allí. Ya era rico. Un día, la tecnología descubrió que el cuarzo era
un mineral simpático que servía para hacer pantallas. Celulares, computadores,
televisores, quien sabe. Miguel descubrió que estaba sentado arriba de 20.000
yacimientos de cuarzo, contando solo los que se ven a simple vista. No para de
hablar; 1200 camiones en época de zafra, 1000 dolares la tonelada, no me
acuerdo cuando nos empezamos a mirar de reojo, pero creo que fue a medida que
la cuenta nos dio facturación por 35.000.000 de dolares en los últimos meses.
Miguel destila dinero, también trae bolsas de cuarzo del auto, las muestra,
está orgulloso. El no lo muele, ni lo saca, ni lo lleva. Las explicaciones de como extraerlo, las montañas enteras que
quedan huecas y se derrumban por su propio peso, los camioneros vagos que
faltan porque se enfermó la madre, el Estado. Los viajes.
Siempre.
Miguel viaja
a China seguido, ahí es donde mueve su negocio. Miles de millones de dólares en
reuniones con traductores. El comunismo triunfó, parece. Ya cansa, queremos
cortarlo. ¿Qué es lo más raro que comiste, Miguel? Rata, dice.
12 comentarios:
Precioso todo, no hay nada que agregar.
Reproduzco el mensaje que le pasé al Editor hace instantes, por interno:
No sé muy bien qué es lo que escribiste, pero lo leí me dejó una sensación extraña en el pecho. Me impactó. Sos un saco de sorpresas. Pero aún así, no me parece bien que practiques sexo con coreanos indocumentados sin protección.
Muchas gracias. Pero fue con protección.
Sin palabras.
no aprendí nada,usté me dirá que soy un burro y tiene razón,pero yo le contestaré andácagar
Bien ahi El Edin. Yo te apoyo.
Desde lo literario
No se porque pero me gusto
¿Quién no se comió una rata en su vida?
Una patada en el pecho.
Me gusto. Tiene un estilo manga.
Dato curioso y al dope: en san jose a la trincheta le dicen y decimos potato
bien ahi!!!
Muchas gracias a todos por sus comentarios.
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