El
fútbol es claramente la principal
manifestación cultural de los
habitantes del Uruguay. Consumido por ricos y pobres,
por finos y
terrajas. A finales del siglo XIX fue traído por unos
ingleses ca-
paces y emprendedores. En principio había futbolistas
hábiles y pe-
gadores, pero luego llegó a haber desde morenos que la
tenían
clarísma y que al momento de rematar al arco se tenían
una fe
enorme, hasta otros que –en situaciones difíciles– movilizaban los
mecanismos idóneos para imponer el fin común por sobre
problemas
intestinos.
Los
inicios de esta rica historia tuvieron protagonistas diversos.
Entre las primeras figuras encontramos a varios ágiles
llamados
a ser verdaderos ejemplos de heroicos atletas que
desconocían
al fracaso. Otros saltaban al campo tras haber
consumido pasta
o asado. Hasta jugaban tras haber tomado vino, sin
haber hecho
base.
Peñarol y
Nacional fueron siempre los equipos más populares.
Los mirasoles, también conocidos como carboneros,
aurinegros, sin
embargo es “manyas” el apodo preferido por quienes
acuden a la
cancha. Pues un jugador dijo: “este cuadro es una verdadera
maravilla, pero no pagan. Si me quedo voy a tener que
mangiare
mierda”.
En la
vereda de enfrente encontramos a los tricolores o bolsos.
Los del Gran Parque Central se han hecho fama de ser
medio
país, pese a que en sus inicios era gobernado por las
clases oli-
garcas. El Parque le pertenecía a una paraguaya con
pinta de
india, justo cuando Artigas puso la soberanía oriental
en dis-
puta. También hay equipos llamados “chicos” cuyos
hinchas son
quienes viajan a todas las canchas, en tanto los
grandes visitan
solamente dos o tres, en el mejor de los casos.
Un
sinfín de hazañas conforman la historia del fútbol celeste.
Cierto que desde la final ante los brasileños en
Maracaná que
aún todos recuerdan, Copas América, Juegos Olímpicos,
nada hay que
no hayamos ganado, nada. Varios players extranjeros
han robado
el corazón de los hinchas en esta margen del anchísimo
Río de
la Plata, en Uruguay. Como aquel brasileño célebre por
recoger el
cariño de la parcialidad, justo mientras el ministro
pedía cepillo y
jabón . Hablo de Lescano. Pobre, lo echaron por
llevarse mal con
el entrenador, que le vaticinó un porvenir mediocre
tirando a o-
paco.
Para
terminar mencionaré grandes figuras del fútbol oriental.
Figuras como Diego Aguirre, y su capacidad para saltar
y se-
leccionar la mejor opción, ya sea dejarla pasar, peinarla
o cabe-
cear. O el talentoso “Pato” Aguilera, que de jovencito
se daba
al hábito del african look, lo cual no le impedía ir a
cada balón
con todo. O el popular “Loco” Abreu, flor de tipo
aunque dema-
siado humilde, tanto que llegó a trabajar en un bar de
drinks a
go go.
Este
sábado volverá a rodar la globa sobre el verde gramado.
La invitación está hecha: antes de ir a la cancha, vaya
y hágase
un tiempo para reflexionar sobre este deporte, sin
dejarse intimi-
dar. Cualquier cosa que haga usted con tal de evitar
el llamado
de quienes buscarán distraerlo hacia objetivos reñidos
con el
fútbol uruguayo, será recompensada.