Salada la canchita: Q.T., me paro en diez

Actualmente, más allá de maestros reconocidos en festivales -donde a veces se matan por conseguir sus estrenos con estrategias prohibidas por la Convención de Ginebra- hay sólo dos directores reconocidos por el gran público cuando de elegir qué hay que ir a ver: el veteranísimo Woody Allen y el esteta de la violencia Quentin Tarantino.


Tan popular es Q que todo el mundo sabe de su biografía (por lo menos, la cinematográfica) : su formación se nutrió de películas baratas -lo que no quiere decir necesariamente malas- en la televisión y trabajando más grandecito en un video club. Mandó varios libretos -como tantos- con poca suerte hasta que Harvey Keitel lo apoyó con uno de ellos, que terminó siendo su debut en la dirección: "Reservoir dogs", que en uruguayo significa "Perros de la calle" (1992).

Pulp fiction

Era un thriller bastante original: narraba los preparativos de un robo y el después de su fracaso, dejando afuera lo que a primera vista parecería lo fundamental, el atraco mismo.

En ese talentoso comienzo ya había varios de los rasgos de estilo de quien se consagraría definitivamente dos años después con su obra maestra "Pulp fiction": los gangsters o similares vestidos pulcramente de saco y corbata, los diálogos banales, las dispersiones argumentales absurdas y, por sobre todas las cosas, la narración con saltos en el tiempo o, mejor dicho, en orden no lineal.

Esos trucos funcionaron como nunca en la mencionada "Pulp fiction" (olvidemos piadosamente el absurdo nombre castellano con que se estrenó). Las tres historias se intercalaban talentosamente, subvirtiendo sin ningún prejuicio muchas de las reglas ortodoxas de narración: los personajes de Travolta y Samuel L. Jackson dejan su "uniforme" de matones y aparecen sin razón aparentemente con unas Hering baratas, la explicación vendrá bastante después; el propio Travolta es asesinado en el medio de la película y aparece rato después en una escena evidentemente anterior en el tiempo. El carisma de varios actores y la felicidad con que Tarantino creaba algunos personajes hacía el resto y permitía olvidar la -buscada- rutina de sus historias. Ganó la Palma de Oro de Cannes y mereció el Oscar a mejor película, que se lo dieron a la reaccionaria "Forrest Gump", pero consagró al director, a Jackson, hizo renacer a Travolta e impuso un estilo copiado posteriormente hasta el hartazgo.

Kill Bill

Después de ese triunfo, no dejó de tener interés pero arriesgó entrar en la rutina de hacer los mismos tarantinismos, aunque comenzó a mezclar los géneros que le gustan: el policial con las películas para negros de los 70 en "Jackie Brown" (1997); una venganza con un aprendizaje de artes marciales "Kill Bill" (en dos partes, 2003); la Segunda Guerra Mundial con (intencionado) poco rigor histórico "Bastardos sin gloria" (2009) y el spaguetti western en "Django encadenado" (2012).

En el medio realizó -con otros- un par de films en episodios poco vistos e inéditos en nuestro país: la espantosa "Cuatro habitaciones" (1995), donde habría conocido y hecho amistad con Robert Rodríguez, quien sería su cómplice en "Grindhouse" (2007), que en realidad son dos largos filmados al estilo de la producción barata de los 70 -período que parece fascinar a Quentin- incluyendo un par de trailers falsos (aunque uno terminó originando el mediocre film "Machete" de Rodríguez) y manchas intencionales en la cinta simulando imperfecciones tal como se solían ver en cines de barrio como el "Copacabana" o el "Sayago".

Los 8 más odiados

Tarantino tiene personalidad propia. En aras de crear escenas cinematográficamente fascinantes, suele dejar de lado toda verosimilitud. En "Kill Bill" y en "Django..." hay un par de escenas de enfrentamiento del (o la) protagonista con decenas de rivales que parecen ser demasiado. Casi siempre sus personajes tienen una verborragia un poco grandilocuente que funciona bien cuando los parlamentos son talentosos, cosa que no siempre ocurre.

Q. T. es un director esencialmente cinéfilo. Toda trascendencia social le es particularmente ajena e, incluso, cualquier sentimentalismo de todo tipo está abolido de su filmografía. Lo suyo es acción pura y dura, siempre tratada con ingenio e inventiva visual.

El propio Tarantino ha dicho que se retirará luego de estrenar su décimo largometraje, con lo cual en cualquier escuela del país significa que va a realizar solamente dos más. Veremos si cumple su promesa, dada su edad -apenas supera los 50- y si seguirá explorando tal como ahora los géneros "tarantineándolos". Por lo pronto, parece que le ha seguido entusiasmando el western, ya que lo ha vuelto a visitar con "Los 8 más odiados", su film estrenado aquí esta semana.

Salada la canchita, una sección que no necesita ponerse traje y corbata para achurarte, hoy te trae el aporte del tennessiniano Tarantino a "Grindhouse". Death proof está hecha a la manera de las viejas películas de carretera, con un asesino de chicas (Kurt Russell, que vuelve al universo Q con "Los 8..."), que se llevará su merecido. No es el mejor Tarantino, pero los otros ya los viste, gil.