sábado, 11 de octubre de 2014

Pibelandia

Mientras en Arabia debuta el Suárez pos Chiellini con la celeste en el pecho, y en suelo patrio Nacional hace todo lo posible por llegar tranquilo al próximo clásico y Peñarol comienza a pensar exclusivamente en la Sudamericana, caemos en cuenta de que en apenas tres meses nuestro país será la sede de una nueva edición del Campeonato Sudamericano Sub 20, el tercero de la historia que también hará las veces de clasificatorio a los Juegos Olímpicos de Río, esa ciudad que se pasea en nuestro recuerdo entre el gol de Ghiggia, los de Romario y los de James. ¿Qué sabemos sobre el campeonato en cuestión? Poco, pero lo vamos a compartir.

La que se disputará del 14 de enero al 7 de febrero será la vigesimosexta edición del “campeonato juvenil” por antonomasia. En sus inicios, la celeste parecía estar científicamente diseñada para estos torneos donde tener un fútbol empobrecido en el que los jóvenes se ven forzados a llegar a primera división a edades cada vez más tempranas no es necesariamente una desventaja. Así fue que Uruguay ganó siete de los diez primeros torneos que se disputaron, entre 1954 y 1981, incluyendo el tetracampeonato en las ediciones del 75 al 81, que no fue quinquenio por un poquito así.

Claro que de ahí en más, Uruguay no ha vuelto a salir campeón: Brasil lo superó claramente con 11 vueltas olímpicas, contra las 4 de Argentina, que curiosamente tiene más Mundiales ganados que Sudamericanos (6, uno más que Brasil). Evidentemente Uruguay se sumió en una crisis que lo hizo quedar afuera de los cuatro primeros puestos del Sudamericano en las ediciones de 1988 (Polillita Da Silva), 2001 (Pablo Melo) y 2003 (jugado en casa, con el Pollo Olivera), sumados a la no participación en 1995 (generación de Recoba, Pacheco, Abreu, Magallanes y tantos otros) debido a la manera no del todo ejemplar de encarar la derrota del combinado celeste en el Mundial de Australia 93 (O´Neill y Petete).

Una luz en la oscuridad

Durante años, las selecciones juveniles fueron un bálsamo reparador para las recurrentes frustraciones de nuestro fútbol mayor. Es que cuando comenzaron a jugarse los mundiales (1977), coincidieron dos cosas: por un lado, Uruguay venía de su peor campaña mundialista (lo que por inercia lo llevaría a perderse los dos mundiales siguientes); por el otro, asistía al surgimiento de una generación de jugadores espectaculares, cuyos logros se materializarían más a nivel de clubes que de selecciones.
Fue así que el aficionado, dolido con el baile que nos pegó Cruyff y sus amigos anaranjados en el 74, se centró en festejar los cierres de De León o los goles de Ruben Paz. La ecuación cerró porque cuando nuestros juveniles comenzaron a andar mal (por andar mal se entiende “no salir campeón”) las generaciones de fines de los 70 y principios de los 80 le dieron a nuestro fútbol cuatro Libertadores, dos Copas América y la clasificación a dos Mundiales, donde si bien no se cumplió gran gestión, siempre es mejor ir y perder que no ir.

El problema sobrevino cuando se juntaron el hambre y las ganas de comer: en 1991, de la mano de la incorporación del entrenador Luis Cubilla, hija del sentimiento por casi todos compartido de que estábamos mal por culpa de los jugadores que venían del exterior, Uruguay comenzó un largo derrotero rumbo al ostracismo futbolístico. Los mundiales juveniles de Malasia y Nigeria fueron un oasis en un desierto que incluyó quedar afuera de 3 mundiales de mayores sobre cuatro posibles, y de los tres primeros mundiales juveniles del siglo. Lo dicho: en Malasia 97 (subcampeones) y Nigeria 99 (cuartos) los resultados se debieron más al nivel de los futbolistas (Zalayeta y Olivera de un lado, Forlán y Chevantón del otro) que a una efectiva política de selecciones juveniles.

Es que jugadores como Nicolás Lodeiro, que tienen 25 años, tuvieron edad de sub 17 cuando el entrenador de la mayor ya era el maestro que tuerce la boca cuando no le gusta la pregunta del periodista. Sin embargo, cuando su tocayo Olivera fue sub 17, el técnico de la selección era Núñez, que fue echado para poner a Ahuntchain, que no duró mucho y trajeron a Máspoli, que dio un paso al costado y quedó Púa hasta que vino Passarella, pero el argentino también se fue y volvió Púa, que ni bien quedó afuera del Mundial, le abrió las puertas a Carrasco, que era el técnico de la selección cuando el Nico violeta cumplió 25 años. No había cumplido 26 cuando Carrasco fue sustituido por Fossati.

Capaz que Olivera era –o es– mejor jugador, pero Lodeiro fue mucho mejor explotado, se le presentaron las condiciones ideales para desplegar su fútbol, algo que Olivera quizás recién consiguió tras retornar a Defensor.

Increíblemente, ahora que no los necesitamos porque la selección mayor gana la Copa América y clasifica y anda bien en los Mundiales, nuestros juveniles andan bárbaro. ¿Casualidad o causalidad? Julio Ríos diría que no existe una monocausa, pero resulta claro que el tener una política de selecciones seria ha sido fundamental a la hora de generar equipos sólidos sin importar la edad de sus integrantes.

Ahora sí: el Sudamericano en Uruguay

El torneo se disputará en tres sedes: Grupo A compuesto por Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú y Bolivia, con sede en Colonia; y Grupo B integrado por Uruguay, Brasil, Colombia, Chile y Venezuela, con sede en Maldonado.

Que las sedes elegidas hayan sido Colonia y Maldonado habla a las claras de la intención de que Argentina se sienta local. Viendo la composición de las sedes, esa sensación se potencia: los cuatro rivales de Uruguay tienen experiencia mundialista, y salvo Venezuela, todos han llegado por lo menos al tercer puesto. Sin embargo, Perú y Bolivia nunca han logrado disputar un Mundial, Ecuador nunca pasó de fase, y Paraguay apenas si alcanzó las semifinales en una ocasión.

Clasificarán 3 equipos por grupo para el hexagonal final a disputarse en el Estadio Centenario, que recibirá 15 partidos en 13 días. Como para pedirle al Ingeniero Invernizzi que pase la licencia para marzo.

Una extraña criatura cruza de Scooby Doo y Tinky Winky será la mascota. Se dice llamar “Batú” (suponemos que en honor a la desaparecida heladería de Rivera y Julio César a la que Eugenio Figueredo solía concurrir cuando salía de la automotora) y mete miedo, en el más literal de los sentidos (la mascota también). Afortunadamente, del mismo modo que no recordamos si hubo mascota en las 20 ediciones precedentes, calculamos que este pobre bicho no podrá eclipsar lo hecho por las tres grandes mascotas de la historia de nuestro balompié: el torito Pepe de la Copa América 95, el indio Charrúa del Mundialito, y el Pato Celeste del Espacio 609.

Los cuatro primeros equipos clasificarán a los Panamericanos (siempre es mejor que la delegación uruguaya en un certamen internacional tenga más de 13 atletas) y al Mundial, que como en 1999 se jugará en Nigeria. Solo el campeón (o el subcampeón si el campeón es Brasil) clasificará directamente a los Juegos Olímpicos cariocas. El segundo (o tercero) deberá jugar un repechaje. Ya puede ir previendo cuál será nuestro destino.

Quizás, sin que lo tengamos demasiado presente todavía, en un año y medio se viva un deja vu del Mundial de Brasil y varios miles de uruguayos lleguen a Río a concretar el sueño del Juego Olímpico propio, ya sin el lastre del invicto cosechado en tiempos del “tuya Héctor”.

9 comentarios:

Unknown dijo...

Si digo:
"Dejen de joder con los grupos si queres ser campeón hay que ganarles a todos"
Seguro que alguno muerde (y no hablo de Suárez) en 3, 2, 1...

Sinca Bellos dijo...

Si algo le pido a esta vida es no volver a vivir el bochorno del fantasma del cincuenta. Con los Panamericanos me estaría re alcanzando

Andrés Reyes dijo...

Panamericanos me suena a campeonato para ir con Calzada y Piriz en el doble cinco.

Nacho dijo...

En los anteriores jugaron Gonzalo Papa y Mathías Abero, así que mejor ni ir.

Andrés Reyes dijo...

¿Gonzalo se dio la homónima?

Mauro M. dijo...

Bien Reyes, bem voce.

Mauro M. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
zorro d colonia dijo...

qué poronga mocha,por favor!

mike yanagita dijo...

Hay que destacar en el éxito de nuestra muchachada en los '70 la férrea (castrense diría) orientación de Don Raúl, abuelo de un brillante gerenciador de impresentable "coleta" y hablar zeziozo... derechitos los hacía andar!