Minuto 40: Aquilani asiste de cabeza a Nocerino, quien no festejaría el gol por su pasado rosanero
Al Norte de Italia, sacándole Venecia, que lo comentamos la semana pasada, y Verona, la ciudad del balcón de Julieta (Romeo y), podría decirse que fuimos a ver fútbol. Es que Milano no es muy lindo, y la avidez por entrar a un escenario europeo ya era grande, así que decidimos sin más, quedarnos medios quietos durante el día, con el sano fin de estar descansados para los partidos de fútbol. Y para las salidas nocturnas, claro está.
El debut en los estadios europeos fue, nada más ni nada menos, que en el propio San Siro. Una semana antes ya habíamos comprado las entradas por internet, que ascendían a la friolera de 44 euros, así que no había marcha atrás. Amén del medio por donde compramos los billetes, podríamos hacer una tabla comparativa de lo que vivimos dentro y fuera del estadio, cotejándolo por ejemplo con el histórico Centenario, pero dejaremos al lector ese trabajo, para que cada cual se haga su propia composición de lugar, y simplemente hablaremos de lo que vivimos en el duelo Milan-Palermo.
Ya de pique en las ventanillas, había exclusivamente italianas veinteañeras y sonrientes, que nos pidieron los documentos de identidad de cada una de las cinco personas que habíamos comprado tickets. Ahí imprimían el billete con nuestro nombre y nos despedían con un amable "ciao".
Por los alrededores del estadio, gente de los dos equipos con distintivos, y vestidos como para entrar a la mejor fiesta de Dolce Gabbana. Es que para ellos es como ir a un espectáculo más, y se preparan para la ocasión.
Lo que sí, digámoslo bien claro, no nos comamos la pastilla de que estos estadios siempre se llenan. Felicitemos a las empresas televisivas que los transmiten, o a quien corresponda, pero de los 80.000 asientos que había, al menos el 30% estaba vacío. Si hasta tres amigos nuestros llegaron media hora antes del match y pudieron comprar sus entradas tranquilamente.
¿El partido? Una cagada. Palermo salió a rescatar un puntito desde el minuto cero, con una alicaída Joya como única punta. El primer gol del conjunto rossonero se demoró demasiado, pero el 3-0 final fue lo más justo.
Y al otro día el polo opuesto: Novara - Bologna en el estadio del primero. Vale aclarar que el conjunto local, hace apenas dos años, militaba en la tercera división, así que imagínense la situación. Si hasta me hizo recordar cuando iba los sábados a ver a Nacional al estadio, y el domingo a River al Saroldi.
Salvando las distancias, la cancha chica es casi como en Uruguay. Los insultos al rústico lateral derecho rival y al árbitro nunca faltan. Ni tampoco las conversaciones supuestamente agresivas entre hinchas de distintas tribunas. Y digo supuestamente porque cuando más subió de tono la disputa, la hinchada del Bologna comenzó a cantarle "ciervo, ciervo" a un pelado local que les gritaba algo similar a "vayan a comer tortelines". No comprobamos si en Bologna se caracterizan por ese tipo de pastas.
El partido, como era de esperar, bastante mal jugado, pero también bastante más interesante que el del día anterior. Es verdad que no tuvimos mucha suerte, puesto que de los cinco uruguayos que hay en ambas escuadras, ninguno arrancó de titular.
Mas a los 19 minutos se hizo la luz: partieron al diome a un delantero del equipo visitante, lesión, e ingresa Gastón Ramírez, según Ovación querido por Roma, Inter, Barcelona, Manchester United, la naranja mecánica del 74, y el Brasil de Pelé. Pero suplente en Bologna... Y nos tapó la boca. Pues si bien no se esforzó en mover mucho las piernas, ya sea para correr adelante o atrás, o hasta para ir a definir un gol, fue, por lejos, el mejor del partido. Jugó de enganche a lo Riquelme e hizo todo bien. Si hasta cuando el perro de Di Vaio (al cual dejó solo en no menos de dos ocasiones) erró un mano a mano, le quedó para la derecha al uruguayo, y la mandó a guardar para poner el 1-0. Luego ingresaron también Granoche (de malo para abajo) y el Henry de la gente (pegó un tiro en el horizontal).
Al finalizar el partido, con la ilusión intacta les gritamos a los uruguayos agitando la bandera bicolor. Las respuestas fueron bastante dispares. El pecho frío de Ramírez, luego de tirarle la camiseta a la hinchada, nos pasó por al lado y apenas si se esforzó en levantarnos la mano para hacernos notar que nos escuchó. El Henry de la gente, en cambio, se dio vuelta con una sonrisa, al grito de ¡Uruguay Uruguay!. En la vida como en la cancha, podría decirse.
Y le aflojamos al fútbol un poco, arrancando para Interlaken, Suiza. Dormimos esa noche en una "P", que consiste, básicamente, en una parada para que los camioneros se echen algún pichicito, carguen el celular, coman si tienen algo pronto, y arranquen al rato. Si hasta puede haber camioneros que estacionen el camión ahí, duerman en el asiento, y partan viaje a la mañana siguiente. Nosotros, directamente, encajamos las carpas y lo tomamos como un "camping gratuito". Cocinamos, jugamos al truco, comimos, nos acostamos, y nos fuimos a la mañana siguiente para el pueblo.
En Interlaken muy linda la nieve, que vimos subiendo 3.000 metros a una montaña en un aparato, y bajamos unas horas más tarde. Nos llamó la atención a la noche, cuando intentamos salir de la ciudad hacia nuestro camping gratuito, y por causas desconocidas, el GPS nos indicaba que la ruta estaba cortada. Nos reímos, intentamos salir igual, y encontramos la barrera con el STOP blanco sobre fondo rojo. Y mientras el GPS marcaba que no se podía salir ni a Lucerna, Berna, Porto, ni París, las calles indicaban lo mismo. Nos rendimos y acampamos en una "P" sin estacionamiento ni baños ni mesas. O sea en un pastito que encontramos al lado de una calle.
Sí, como se imagina, al otro día nos levantó la policía, con un amable "Good morning". Revisaron nuestros pasaportes y libretas de los autos por enésima vez en Europa, y nos fuimos para Lucerna.
Luego de eso París a devolver uno de los autos, Andorra a comprar cosas sin impuestos y ahora estamos en Barcelona, disfrutando nuestro viejo y querido idioma castellano.
4 comentarios:
y me voy a conocer la noche catalana
yo me voy a comer un pan catalan
Jaja, muy buena... El agrandado de Gastón Ramírez es un pollo Olivera 2, seguro que ya habla con tono italiano.
omo se imagina, al otro día nos levantó la policía, con un amable "Good morning". Revisaron nuestros pasaportes y libretas de los autos por enésima vez en Europa, y nos fuimos para Lucerna.
Luego de eso París a devolver uno de los autos, Andorra a comprar cosas sin impuestos y ahora estamos en Barcelona, edicionesamargord.net/revolucion-francesa/
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