INCREIBLE (PERO CIERTO)
El día en que Felisberto se despertase contento no estaba tan lejos, esa mañana se dio. Salió a la calle sonriente. Una vecina que pasó no lo podía creer cuando éste la saludó amablemente. Resulta que le habían diagnosticado mal humor crónico y supuestamente moriría con eso, pero gracias al avance de la medicina un día sería posible que sonriera de nuevo. Y el médico no se equivocó.
Cuando fue al almacén a comprar medio kilo de mandarinas y no se quejó del precio con el dueño del local, el almacenero quedó boquiabierto sin poder replicar el “gracias” que Felisberto acababa de alocutarle (qué palabrita que metí).
Cuando fue a la ferretería a comprar turcas y tornillos y no se quejó con el ferretero de que una de cada 20 tuercas era un poco más grande que las demás, éste no supo cómo reacción. Quedó tan conmocionado al escuchar un “que ande bien” salir de la boca de Felisberto, que se desmayó en el acto.
El pueblo estaba conmovido a tal punto que decidieron dar un banquete en la plaza pública en su honor. Eran un poco exagerados, hay que decirlo, no sé si daba para tanto, siempre encontraban un motivo para festejar. Como cuando aquella vez organizaron una orgía el día en que nació el primer hijo varón de Ramón, luego de siete hijas mujeres (pobre hombre). Vale la pena detenerse a pensar que asociar el nacimiento de un niño a una orgía puede parecer algo perverso, pero en realidad tiene bastante sentido si uno lo piensa dos veces. Pero hágame el favor, no piense de nuevo en eso ahora. Es más, si puede olvídese de lo que le conté. Ya sé, lo podría borrar, pero este cuento sería mucho más breve de lo que será cuando termine de leerlo, si no incluyera toda esta parte al pedo que estoy escribiendo ahora. Bueno, ya terminó. Lo juro.
Doña Carmen puso el pollo, doña Leticia puso el jugo de arándanos, don Osvaldo puso el vino, don Ruben puso el refresco cola y doña Felicia puso el grito en el cielo cuando vio que su hijo estaba mezclando estos dos últimos. Don Cristóbal puso las papas y su mujer hizo un pastel de uvas. Don Tomás puso salamín para la picada, don Javier puso el queso, don Carlos puso el pan y don José fue oriental en la vida y en la muerte también. Y voy a decir la verdad, la historia en sí no es muy interesante, uno apela a que lo entretenido sea la forma en que se cuenta, ese es el verdadero trabajo del cuentista. Póngase a pensar un segundo lo que acaba de leer.
Un hombre con una enfermedad evidentemente inexistente, se cura y le organizan un asado (sí, había pollo, no me olvidé, pero no les conté la parte de la carne porque no venía al caso asado. Esta historia es una estupidez, pero si ustede llegó a este punto y está leyendo esto quiere decir que contando una historia intrascendente como lo acabo de hacer (sí, el cuento se acabó, hace rato, le aviso ¿qué más quiere?) lo entretuve y ya que está va a leer hasta el final porque solo quedan cuatro líneas.
Es importante destacar que cuando usted lee un cuento no lee para enterarse de algo, esto no es una enciclopedia, un diario o un resumen del programa de Rial, lee porque quiere leer algo que en realidad no precisa. Pero quiero aclararle que es por culpa de gente como usted (que ahora sí leyó hasta el final) que ladrones como yo, pueden seguir currando con esto. Hágase responsable de lo que lee. Gracias por su atención.
4 comentarios:
Una reflexión profunda la del final. Como para pensarla por varios días realmente. Por lo tanto, genial cuento!
Me parece interesante en general el trabajo del referido autor (si es que a alguien le parece interesante mi comentario) pero yo le aconsejaría un poco menos de meta-literatura.
Si es por aconsejar, yo le aconsejaría que se presentara en alguna obra en construcción que estén precisando albañiles...
No, en serio están bárbaros los cuentos.
Te banco a muerte Gjoffe!
Estimados,
agradezco el apoyo.
(¿qué?¿esperaban algo más? bastante ya que escribí el cuento)
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