Salada la canchita: ¿pisique de qué?

"De eso no se habla" (1993) es una película argentina en la que el seductor veterano italiano Marcello Mastroianni se enamora insólitamente de una enana del pueblo. Personaje actuado por una enana real. Cuando mi vieja estaba viendo la película en la tele me preguntó si era así de chiquita y yo le contesté que no, que era una tipa más bien alta pero que era tan buena actriz que parecía petisa. Obviamente, ganas de joder que tengo a veces.

 Actualmente esto se puede solucionar con técnicas digitales, tal como lo vimos en "Corazón de leon". Pero hay cosas que no hay Paint que solucione y para eso está eso que en francés se dice "physique du role", o algo así.


Por ejemplo, "Loco por Mary" (1998) gira en gran parte por la obsesión que el protagonista -y algún otro que debería ayudarlo- sienten por la sensualidad de la referida Mary. Ahí no hay máquina que arregle nada. En la película no hay problemas porque el papel lo hace la Cameron Díaz, que no tiene demasiados inconvenientes para ser una mujer deseada por cuanto personaje y espectador haya en el Universo, pero si la actriz es medio pelo, la comedia puede defeccionar claramente. Eso es lo que se llama "physique...".

No sólo se trata de belleza. Tampoco de edad. Aunque es obvio que Dustin Hoffman -por más buen actor que sea- no puede hacer ahora un papel de adolescente desesperado por perder la virginidad (como algunos de este blog), tampoco nos parecería creíble aún en sus años mozos como héroe de acción, tal como se nos complicaba ver a Schwarzenegger en los 80 haciendo "Hamlet".

En realidad, no tiene nada que ver con la personalidad "real" del actor, sino con lo que transmite fotografiado. Una actriz puede ser flor de putarraca en su vida privada, pero ser una excelente Virgen María en la pantalla. No todos pueden hacer todos los papeles.

También tienen mucho que ver los prejuicios de los espectadores. O directamente, de los que hacen los films. Alfred Hitchcock -que de películas sabía algo- contó una pequeña anécdota. En una filmación precisaba un actor secundario para hacer de embajador extranjero. Le trajeron un veterano pelado con barbita candado (¿el Evil, quizás?). Al gordo no le gustó y el tipo le contestó que sólo lo llamaban siempre para hacer de diplomático. Encargó a su producción que buscaran las fotos de todos los embajadores reales que había en ese momento en el Reino Unido... y no había ni uno sólo que se pareciera al tipo que le habían traído.
 
UN YAETPAP
Se nos fue Alfredo Alcon. Como suele decirse, las generaciones más jóvenes no saben de quién carajo estoy hablando (o escribiendo). Gran actor de teatro, aparentemente ya que no lo vi porque voy poco y nunca -mala mía- las veces que crucé el charco, fue -como lo recuerda el boletín de Cinemanteca de este mes- un muy buen intérprete en cine sin los defectos que suelen tener los que pasan de un medio al otro: engolamiento exagerado, falta de naturalidad y, por sobre todas las cosas, el hablar bien fuerte y claro para que oigan de todas las filas. Algo que no se necesita en este medio, ni siquiera con los micrófonos del viejo cine Belvedere.

Se murió de viejo (84 pirulos) pero tengo la teoría -esas que hacían chupar a Martínez Carril- que si hoy fuera un hombre de mediana edad estaría triunfando en España o en el mercado internacional todo, más que otros argentinos muy talentosos como el ya mentado aquí Darín, Leo Sbaraglia o Miguel Angel Solá. Tenía talento (mucho), presencia cinematográfica y pinta. Hizo unas películas medio patrioteras y muy exitosas con Torre Nilsson ("El santo de la espada", "Martin Fierro"), que a veces me dan ganas de verlas pero se me pasa enseguida. También hizo cosas mejores: "Un guapo del 900", "Boquitas pintadas", "La maffia", "Piel de verano". Hay que ver su sutileza e inteligencia en la inédita -entre nosotros- adaptación del gran Roberto Arlt "Saverio el cruel". Daba para más, pero no fue su culpa.

NUEVA SECCIÓN: JUNÁ QUE ESCENA, GIL
"Adictos al amor", 1997. El blandito de Matthew Broderick (el actor y el personaje) fue abandonado por su novia e irrumpe -y de qué manera- la divina de Meg Ryan, quien tiene intereses en común con el tipo: su ex novio es el que se levantó a la mina del otro. Ambos se alían, los siguen, los espían y les hacen determinadas trapisondas -que no voy a contar- para tratar de reconquistarlos. Obviamente, terminarán enamorándose entre ellos.

En un momento, la Meg está escuchando -aparentemente- una conversación entre los infieles. El Broderick insiste en escucharla y descubrimos que le están dando duro sin demasiada conversa que digamos. El tipo se pone a lloriquear, a lamentarse -evidentemente, no nació en Sayago- y a largar un penoso discurso de que ella lo ama a él, que son tal para cual y que nunca se separarán, a lo que la rubia contesta:

-Sí, la verdad. Yo diría que son la pareja perfecta si no fuera porque se la está cogiendo mi ex novio...