Salada la canchita: Svankmajer, pa los amigos.

Jan Svankmajer -o como se escriba- es uno de los grandes animadores mundiales, absolutamente dejado de lado por los circuitos de exhibición como todo lo que no es un "tanque" hollywoodense o una película europeas para viejos que ya no tienen retinas para ver tantos efectos digitales y se van para el Casablanca. Como se ha dicho aquí mismo, la animación no tiene por qué ser necesariamente sólo ese rutinario paquetes de colores y personajes todos dibujados iguales que nos venden en las vacaciones de julio.


Los checoslovacos (o checos, últimamente) tienen toda una tradición en el género, con sus propias ideas y sus propios estilos, bastante amparados por el Estado en los tiempos del oso ruso, aunque de vez en cuando se colaba alguna censura que otra, aunque fueras Jiri Trnka, el más célebre y prestigioso de la generación.

Cultor de un estilo muy particular -generalmente anima objetos reales, muchas veces antropomorfizándolos- filmándolos cuadro por cuadro, en una técnica muy similar a la de nuestro Walter Tournier con sus muñecos de plasticina, o de lo que sea.

Su humor es asimismo muy especial, muy irónico. Su cine es -naturalmente- muy visual y los diálogos suelen ser bastante escasos. Es más probable que sus personajes emitan ruidos. Digamos que los subtituladores con él van al seguro de paro.

Salada la canchita ahora tiene internet de vuelta en su casa -¿quién fue el brisco que se olvidó de tocar una tecla y autorizar la conección?- y les trae dos de las obras más conocidas del amigo Svankmajer por el precio de una: el corto Dimensiones del diálogo (1983), una buena muestra muy típica de este praguense y una buena puerta de entrada para este creador de algo muy diferente de las lluvias de hamburguesas y los minions, quien parecería estar en un retiro personal desde hace cuatro años, ya a punto de ingresar a las ocho décadas.

A partir de Alice (o "Algo de Alice", sería la traducción del original checo) en 1988, -adaptación por cierto de la famosísima novela de Lewis Carroll que todos leímos- Svankmajer se dedicó en sus últimos años más bien a realizar largometrajes -que en realidad, suelen durar poco más de una hora con una sola excepción- entre los que se cuentan "Fausto" en 1994, "Conspiradores del placer" (1996, presentada por Cinemateca en su momento) que durante casi todo su metraje es una crónica minimalista -y muy realista, nada de animación- de la vida de unos seres de lo más rutinarios, hasta que sobre el final se desata el delirio svankmajeriano. 

Que sólo lo es en las ideas: sus películas no son un catálogo de una pinturería, como el mainstream norteamericano -perdonen que insista- y sus imitadores de por acá. A propósito, ¿se diferenciará en algo "Metegol" de tanta rutina 3D que nos ha llegado?. Campanella tiene talento como para hacer algo mejor al promedio si quiere, pero no le tengo mucha fe.

A partir de allí, seguiría mezclando actores de carne y hueso con sus personajes animados y, curiosamente, se volcaría a un par de ejercicios más bien terroríficos (Svankmajer nunca hizo películas para niños, en realidad): "El pequeño Otik" (2000) y "Sílení" en 2005.

Acá tienen a este crack por partida doble. Disfrútenlo y limpiense el bocho.

Bien por el dictador que nos tiene a todos bajo la bota en este blog. Después de sólo 500 puteadas cambió el botón que envía a esta columna. Es por ahí, Reyes.