Mirá qué indistintos somos

Mientras la fiebre mundialista comienza a crecer lentamente, nuestros equipos representativos cumplieron la mitad de sus respectivas campañas en la fase de grupos de la Copa Libertadores, con suerte dispar. Mientras los grandes amagan con quedar eliminados en cualquier momento, Defensor Sporting nos recuerda que el fútbol sigue siendo el único deporte en el que el pobre, el lento y el tosco de vez en cuando pueden ganarle al rico, al rápido y al hábil.

Publicado en Brecha, 14-03-14.

Llamó la atención que el glorioso Club Nacional de Football decidiera desentenderse del máximo torneo continental, enviando a Colombia a un equipo mayoritariamente integrado por suplentes y procesados sin prisión. El mensaje fue claro: priorizar el Campeonato Uruguayo, en el que Nacional ya ha perdido con Danubio (dos veces), Defensor, River, Peñarol, y Fénix, pero cuya obtención "es una obligación" según manifestaciones del presidente Eduardo Ache.

La historia dice que ambos Nacionales (el artiguista y el de Medellín) se encontraron con un árbitro mexicano metrosexual con ansias de protagonismo, que expulsó a un colombiano a los 20 segundos de juego, lo que casi le permite a Nacional alcanzar un milagroso triunfo, que se fue en los descuentos, gracias a una nueva conquista de su goleador Jorge Curbelo.

Pero nadie podrá decir que Nacional viajó a Medellín a buscar los tres puntos. Fue a ver qué pasaba, con un equipo B, mientras aquí quedaron las máximas figuras del plantel preparando el extenuante viaje del próximo sábado, cuando toque visitar al poderoso Wanderers. "No quisimos sobrecargar de viajes a los muchachos. Desde Medellín fueron como 10 horas de viaje, y si a eso le sumamos los 20 minutos de ómnibus hasta el Prado, la cosa se puede complicar" manifestó una fuente cercana al cuerpo médico tricolor.

Es cierto que a los albos les tocó un grupo muy difícil, pero poner suplentes en el tercer partido de la fase de grupos puede parecer -digámoslo de esta manera- impropio de toda aquella institución que presuma de una historia rica en victorias sustentadas en el amor propio, la entrega y el "no darla por perdida"[i].

No sabemos cómo salió Peñarol ante Arsenal, pero como el resultado no haya sido el mejor para los intereses carboneros (Dios no lo permita), es esperable que Peñarol adopte una tesitura análoga. Pues mal que nos pese a varios, y más allá de cánticos de tribuna que pretendan negarlo, Peñarol y Nacional se parecen cada vez más. Sus barras hace tiempo que pelean por exhibir un repertorio musical cada vez más ordinario, con constantes alusiones tanto a la muerte del rival como a la necesidad visceral de mantener relaciones sexuales con él, en algo que bien podría entenderse como necrofilia latente[ii]. Dejando de lado a los inadaptados de siempre, los hinchas que pagan entrada también se parecen cada vez más, y poco queda del tradicional "paladar negro" del hincha tricolor cuando insulta a Nacho González, al grito de "manya pechofrío", o cuando festeja que le pegó una piña a Carlitos Núñez.

En otro plano, las dirigencias de uno y otro también parecen tener modalidades de conducción muy similares, donde hay más lugar para la polémica y la contradicción que para el raciocinio. No en vano Ache ha eliminado de raíz el concepto de "Cultura Nacional", más asociado al ex Presidente Alarcón, que bregaba por un comportamiento deportivo tanto en la victoria como en la derrota, más allá de que se cumpliera o no. Por el lado de Peñarol, es sabido que tras cada derrota surge un nuevo anuncio vinculado al estadio[iii]. Por el lado de Nacional, el mensaje vendrá por el lado de afirmar que hay una conflagración mundial en contra del equipo tricolor, que se torna evidente a partir de un penal no cobrado.

Dentro de la cancha, las semejanzas son aún más marcadas. No en vano sus respectivos entrenadores comparten esa predilección irrefrenable por el resultado positivo, en detrimento del nivel estético del juego. Pelusso y Fossati tienen fama de ser técnicos ganadores, que te aseguran meterse en la pelea, aunque para ello deban renunciar a seguir atacando tras anotar un gol.

Por eso, el martes pasado, mientras los hinchas de Nacional y Peñarol veíamos cómo De Arrascaeta metía caños y sombreros a brasileños consagrados mientras un brasileño ignoto de apellido Gedoz la colgaba de los ángulos, sentimos que es posible enfrentar a un rival poderoso e inalcanzable, jugar bien, jugar lindo, y ganarle.

Más allá de que el próximo sábado Defensor pierda con Cerro, al hincha violeta la emoción y el recuerdo de la victoria ante el campeón de Brasil le durará mucho más de lo que al hincha de cuadro grande podría durarle la obtención de ese torneo que ya ha ganado demasiadas veces.

Tantas, que cuesta creer que siendo tan grandes, no se hayan dedicado seriamente a ganar algo mejor.

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[i] En la edición Brecha para Barrabravas, se leerá "es de cagón" o "es de cuadro chico".

[ii] No resulta claro si los hinchas buscan sodomizar primero y asesinar después, o viceversa. Lo que inequívocamente nos hace evocar el famoso chiste "¿muerte o dunga-dunga?"

[iii] Según la página oficial de Peñarol (www.peñarol.org) una butaca eterna en el futuro escenario carbonero cuesta 107.500 pesos. Si pensamos que Peñarol juega 15 partidos de local en un año por el Uruguayo, sumados a unos 4 encuentros de local por copa internacional (seamos optimistas y consideremos que Peñarol juega la Libertadores y avanza a octavos de final), llegamos a 19 partidos. Un hincha de Peñarol que no sea socio, y que concurra al 75% de los partidos que Peñarol juegue de local, pagando 100 pesos por entrada en la Tribuna Colombes, gastará unos 1.500 pesos en un año. Una rápida división (107.500 dividido 1.500) nos hace ver que ese hincha necesitaría 71 años y medio para amortizar el precio de la butaca. Lo que se dice, un gran negocio.