Eso es "más [triste, aburrido o feo] que bailar con mi hermana” es una
frase que se usaba mucho en mis tiempos de impúber. Al menos yo lo
recuerdo así. Y es que esa frase no deja de encerrar algo de razón.
Ir a un bailongo, cumpleaños de quince o casamiento, y terminar
meneando las caderas con tu propia hermana puede ser interpretado
como un indicador de fracaso. Lo mismo se podría concluir si su
propia hermana es la única compañía que uno consigue para ir al
cine, teatro, tablado o cancha de fútbol. Claro eso no es nada si lo
comparamos con otras situaciones aun menos felices. Por ejemplo,
mucho peor seria que uno encuentre a su propia hermana como la única
fuente de amor platónico y carnal. “Eso es mas feo que acostarme
con mi hermana” es una frase aun peor que la del principio. Y eso
porque el incesto es algo ya bastante mas jodido que bailar frente a
todas las muchachas del pueblo alguna canción de Pimpinela abrazado
de la propia hermana de uno.
Ahora
bien, ¿por
qué alguien terminaría haciendo algo así? Imagino que pueden haber
al menos tres razones: necesidad, desconocimiento o la existencia de
algunos problemas psicológicos. Por poner un caso, si uno siendo
botija se queda solo con su propia hermana en una isla perdida, no
parece muy loco imaginar que tarde o
temprano se termine incurriendo en practicas incestuosas. Ese seria
no solo un caso de necesidad, sino también de desconocimiento. ¿Cómo
va a saber usted después de vivir toda la vida en una isla con una
sola persona que el incesto es una práctica generalmente
desaprobada? Pregúntele a los botijas de la laguna azul sino.
También puede pasar, como seguro debe haber pasado en alguna
telenovela venezolana, que dos hermanos de sangre terminen casándose
y siendo felices, sin conocer qué en efecto son hermanos. Bueno, ese
tipo de desconocimiento es lo que le paso a Edipo pero con la madre.
Seguro que hay algún mito griego con la hermana de uno, aunque yo lo
desconozco. Finalmente, alguna perturbaciones psicológicas de uno
mismo, su hermana o sus propios padres pueden llevar a ese resultado.
Si por ejemplo, su padre lo tiene a usted aislado toda una vida,
viviendo con sus dos hermanas, y sin contacto con nadie más del
exterior, es muy probable que tarde o temprano se terminen encamando
entre hermanos.
Y eso
es precisamente lo que pasa en Colmillo
(Kynódontas), una película griega de 2009 dirigida por Giorgos
Lanthimos. Bestiario la recomendó hace un tiempo en este mismo
espacio, y no le erró. La película es corta pero contundente. Tiene
un guión y unas actuaciones sobresalientes. Se las recomiendo
plenamente si usted quiere testear algunas de sus creencias sobre el
rol de padres y hermanos en una familia. ¿Dónde
verla? Aquí
mismo.