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Que nuestro deporte nacional vive momentos difíciles, no debería sorprender a nadie. El centro de la opinión pública futbolística se trasladó desde el Estadio a la AUF, y ya llegará el día en el que el espacio destinado a las jugadas polémicas de Pasión, se dedique a analizar expedientes, contratos y proyectos de fallos. Lejos de combatir esta realidad, decidimos aprender a vivir con ella.

Días atrás contemplé una imagen que primero me asustó, y luego me hizo reflexionar. A la salida de la Asociación Uruguaya de Fútbol, dirigentes de Progreso, Basáñez y La Luz, tras lograr la insólita “autoamnistía” por parte de la Asamblea de Clubes, le comunicaban la buena nueva a sus fervorosos parciales. Éstos comenzaron a dar rienda suelta a su otrora reprimida alegría, como gritando un gol invisible sobre la hora que les permitiría mantener la categoría.

Era tal la energía de ese puñado de hinchas y dirigentes (creo que desde el festejo en el pozo de la Colombes tras la obtención del Mundialito que no se veía una comunión semejante entre público y protagonistas), que llegué a pensar que hubiera sido el momento ideal para citar una asamblea conjunta y votar la fusión de esas tres instituciones, y así al menos sacar algo positivo de toda esta triste situación. “Amnistía F. C.”, “Deportivo Sin Fondos”, o “I.A.S.U.” (“Institución Atlética Somos Uruguayos”) son solo algunos de los posibles nombres para este nuevo club, llamado a marcar tendencia.

Porque digámoslo ya, por el amor de Díos: estoy harto de prender la radio y escuchar noticias sobre la Asociación Uruguaya de Fútbol. Harto. Podrido, cansado, hastiado, saturado, asqueado, parafraseando a Jotacé. No me interesan, me aburren, me deprimen, me hacen cuestionarme cuánto falta para enfrentar a Colombia por Copa Davis, o a cuánto estará la relación euro – dólar tras la crisis. Mas como imagino que a mucha gente estas temáticas han de parecerle de lo más estimulantes, he estado buscando una solución que satisfaga tanto a quienes nos preocupamos por los Leal, los Carrasco o los Biglianti, como a aquellos que se desviven por los dimes y diretes de la Asociación, y que tienen como ídolos máximos a los Peyres y Bancheros.

Propongo jugar nuestros campeonatos con dos tablas paralelas. Si ya hemos sabido jugar con tres (Apertura o Clausura, Anual y Descenso), poco nos costará acostumbrarnos a hacerlo con una más. Por un lado, la que llamaremos “material” será producto de los puntos obtenidos dentro de la cancha. La otra, la “simbólica”, reflejará los puntos luchados a capa y espada en el feo local del máximo organismo rector de nuestro fútbol.

Contentos quedarán los clubes que hacen bien las cosas, pues tener un buen plantel volverá a servir para algo. Contentos los grandes, que tendrán aún más chances de ganar apelando a lo que mejor hacen. Contentos los equipos que arrancan la temporada sabiendo que a menos que el Manchester United los invite a inaugurar las nuevas instalaciones del Old Trafford, no serán capaces de pagarle el segundo sueldo a sus jugadores, ya que nada les impedirá retirar el equipo de la cancha pero seguirlo defendiendo en los escritorios. Y contento quedará Tenfield, pues –como usted ya estará imaginando– el Campeón Uruguayo surgirá de una larga serie de finales entre los ganadores de ambas tablas, jugándose en régimen de local y visitante (un partido en el estadio, otro en la calle Guayabo).

Algo hay que hacer. Porque en cualquier momento, uno que conozco va a empezar a juntar firmas para que vuelva Eugenio. Y lo que es peor: ya no sabré si firmar o no.

(Publicado en Guambia, 4/10/08.)