Será este el primer martes en veintipico que la columna musical no va a estar.
Un gran abrazo, y hasta que pueda pensar en otra cosa.
ROBERTO: Prefiero que me digas Tito.
LEO: Bueno, Tito, te decía… No hay razón para matar a un pobre animal que ningún mal te ha hecho a ti. Estás intentando canalizar tu frustración en un acto del que después te vas a arrepentir y te va a costar años de terapia superarlo.
TITO: ¡No me la laburés por la sensibilidad psicológica que yo no entro en esa! – mintió, el era un hombre muy sensible.
LEO: ¿Te acordás de lo que le pasó a Robbi, tu perro, cuando tenías cinco años?
TITO: No lo metas a él en esto, no tiene nada que ver con nosotros.
LEO: ¿No te acordás del accidente con el bugui de tu hermano? ¿No te acordás de lo que sufriste en el sanatorio de mascotas junto a su cama, esperando una recuperación que…
TITO: ¡Que nunca se llegó! – gritó sin poder disimular las lágrimas - ¿Por qué me hacés esto? ¡No me hagas recordar!
LEO: ¿Y no te acordás de cómo cuidaste de aquella paloma que apareció una tarde de invierno herida en tu balcón? De cómo cuidaste de ella y de cómo lograste su recuperación…
TITO: Sí, me acuerdo – bajó de nuevo el rifle y se secó las lágrimas – Laurita se llamaba… ¡Cómo me voy a olvidar!
LEO: ¿Y no te acordás de aquella vez que fuiste al zoológico y le salvaste la vida a un mono que se había atragantado con un cande vencido haciéndole respiración boca a boca?
TITO: Sí… - dejó entrever una sonrisa.
LEO: ¿Y no te acordás, querido Tito, de aquella vez que encontraste una caja con veinte cachorritos en la calle y que fuiste puerta por puerta ofreciéndolos y no descansaste hasta encontrarles un hogar a todos?
TITO: Sí, así fue, no dormí en una semana, me acuerdo…
LEO: Y bueno… ¿Por qué hacer esto entonces?
TITO: Puede ser que tengas algo de razón, Leo, puede ser.
LEO: Sí, claro que sí, hombre, deje el arma, venga y deme un abrazo – el león se hincó en sus patas traseras
Tito estaba por soltar el arma, pero escuchó la voz del guía que venía desde afuera de su cabeza:
GUÍA: Disculpen que me meta, señor, pero le queda u minuto, si se pasa de la hora le tengo que cobrar una hora más 1.500 dóles, serían…
Roberto no lo pensó dos veces, le encajó un tiro en la frente al León y emprendió la retirada. Así es el hombre, estimados, ustedes ven. Está a la clara de los hechos.