No se lo esperaba nadie, incluyendo los mismos que la hicieron: una película barata, que robaba la idea de un éxito de culto (en Japón y poco más) de Akira Kurosawa, que aprovechaba que en el Sur español era barato filmar y casi nunca llovía, terminaría consagrando -comercialmente- a su director y a un actor norteamericano de televisión llamado Clint Eastwood. Y a un par de secundarios olvidados (Lee Van Cleef) o no tanto (Gian María Volonté).
Nico Olivera / Foto Leonidas Martinez
Hace unos años, cuando estalló el escándalo entre Luis Suárez y el francés Patrice Evrá, el defensor de la selección uruguaya Álvaro “Palito” Pereira dijo lo suyo. “Lo de Evrá no me sorprende porque no tiene códigos. Lo que pasa en la cancha tiene que quedar en la cancha”, sentenció el lateral izquierdo del Getafe. Luego acotó: “Llevar este tema a tribunales es triste, porque el fútbol es en la cancha”.
Esos dichos de Pereira reflejan la visión tradicional del mundo del fútbol, y parecen responder a lógicas que han perdido peso de la mano de la lucha por la no discriminación. Pero aún hay gente que piensa esto: dentro de la cancha uno puede arrancarle los ojos al rival, pero el rival no tiene derecho a quejarse ni a responder una vez que el árbitro dio por finalizado el encuentro. Y si lo hace, “está manchando al fútbol”.