¿Dónde jugarán los niños?

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Se habló mucho últimamente en esta columan de la importancia de lo que significa poder tener una infancia libre y sin miedo. De lo lindo que era poder jugar en la vereda hasta altas horas de la noche sin preocupaciones. Y sin animo de ponerme ga-gá me parece que para algunas cosas sí corre eso de que "todo tiempo pasado fue mejor".

De pronto parece que lo mejor que nos pasó en la vida es el Plan Ceibal. Que se metan la fibra óptica,  las Magallanes y la wi fi en la punta de la Torre de Antel. Lo mejor que te puede pasar en la vida, sobre todo si tenés botijas, es no tener que pensar que van a salir a la calle a dar una vuelta y te lo va a matar la policía.

Dejando de lado la poesía, francamente me cago en el costo social de un presunto "progreso". Si el progreso es solo económico, es tan malo o peor que la más dura de las crisis financieras. Ya no estamos hablando de la persecuta que tenían nuestros viejos con la policía, producto de la época en las que le tocó vivir o alguna razia aislada a la salida de un concierto. Esto es bastante más serio y está pasando en un gobierno de izquierda que se plantea el tremendo desafío de volver al poder.

Estoy cansada de los barrios para pobres, los shoppings para pobres, las escuelas para pobres y los operativos policiales para pobres. La segmentación social es brutal y nos está reventando en la cara en un país con tres millones y pico de habitantes, de los cuales una escasísima proporción son jóvenes y niños. Y seguimos aplaudiendo como focas cada indicador económico auspicioso, cada llenada de ojo del gobierno, en lugar de salir a cortar avenidas porque nos están robando la calidad de vida.

Todo bien con el SUNCA, me parecen justos muchos de sus reclamos, tienen una movida social interesante, pero ver el otro día esa "marea roja" de camisetas reclamando por los salarios, pegados a la nota de la tragedia de Santa Catalina, me impactó. ¿Cuándo vamos a lograr movilizarnos en serio por algo que no sea guita o fobal? ¿Qué mensaje le estamos dando a nuestros botijas?

Manuela estaba haciendo unas artesanías con cositas que le guardo para que use un poco su imaginación y de refilón escuchaba el informativo. Trato de no torturarla con el informativo central, porque es nuestro momento de estar juntas y ser felices, pero ayer no pude evitar querer enterarme de lo sucedido y ella estaba ahí, de espaldas pero atenta. En un momento me dice "mamá, esto no es real, es un cuento ¿no?" Sintiéndome la peor madre del mudo y con razón le contesté: "no, esto es real, lamentablemente". En un último intento por negarlo, ella me retruca "pero pasó hace muuuucho tiempo ¿verdad?"; con un nudo en la garganta, le respondí: "no, esto está pasando ahora y es bastante triste".