¿Por qué corremos todos como locos a agolparnos en los cines y teatros como si se tratara del mismísimo fin del mundo? Sucede que no tenemos mucho tiempo para disfrutar junto a nuestros hijos -sobrinos, ahijados, etc.- y cuando lo tenemos es porque a alguien se le ocurrió que está bueno cortar un poco el año y de paso mover el mercado, agitar boleterías y reventar taquillas.
También nos pasa que guardamos gratos recuerdos de nuestra tierna infancia. Aquella primera vez que fuimos al teatro, al cine o al Parque Rodó. Quizás sean flashes, pocos pero intensos. Fragmentos de un mundo que nuestros padres se sabían ya de memoria, pero que se morían por compartir con nosotros.
Hoy, los que somos padres, sabemos que la infancia pasa como una ráfaga; es imperioso enseñarle a nuestros hijos todo lo bueno de este mundo de mierda al que los hemos traído sin que mediara su tierna voluntad. Y qué lindo es ver cómo se asombran de la bobada más grande. Los cuidamos del frío y de la lluvia para que no se enfermen, pero también porque a nosotros nos pone de mal humor mojarnos y esperar el ómnibus en invierno. A ellos sin embargo les divierte –a veces también les asusta- el viento en la cara; y los charcos son una fiesta.
Es cierto, están de vacaciones, pero quizás no sea necesario organizarles grandes planes y paseos absolutamente todos los días. El botija va a ser sumamente feliz durmiendo hasta cualquier hora, mirando dibujitos, tomando la leche y comiendo galletitas –en la cama de los padres, obvio, lo sabremos más tarde cuando al acostarnos nos pinchen las miguitas-. ¿Cuándo perdimos esa capacidad de ser felices con tan poco?
Si la infancia fuera un lugar en el tiempo, no diría que es el futuro; tampoco el presente. La infancia es lo más parecido que hay a la eternidad, si es que existe tal cosa. Cuando era chica “el año que viene” era como ir de acá a la Luna. Pensemos que estas dos semanas de vacaciones son para ellos un momento en esa eternidad que, irónicamente, pasará volando. Quizás es complicado acompasar el tiempo sin tiempo de los chiquilines con nuestra rutina loca y apurada, pero sin dudas que vale la pena intentarlo.
Los invitamos a compartir experiencias vinculadas a esa hermosa etapa de la vida en la que éramos una suerte de “highlanders” en miniatura y teníamos mucho, pero muchísimo tiempo para perder ¿No se trata un poco de eso estar de vacaciones?
*NdeR: Me tiene un poco bastante amargada que la gente se muera de frío (literalmente) en la calle, mientras no se puede ni caminar por los Shoppings de Montevideo y sale el Presidente a pedir que por favor le aflojen un poco al consumo porque vamos a reventar todos como chinches ¿Culpa burguesa? Lo más probable. Pero me quita las ganas de salir a pasear.
13 comentarios:
Maca, siempre son un placer tus columnas...
Creo que los padres tratamos de darles o comprarles todo a nustros hijos, por aquello de que no se pierdan algo que nosotros nos podemos haber perdido.
Ahora hay mucho más cosas, y seguramente más posibilidades que las que tenían nuestros padres en aquellos tiempos...
Como dice el pendex Alejandro: "aguante corazón celeste"
es sepcional lo tuyo,Maca,mencantó,cuánta verdad en tan pocas palabras
Que lindo que haya un espacio de reflexión entre tanta bobada en este blog. Ojo, no es que quiera desmerecer la bobada que en realidad es muy importante, pero está bueno que estén estos espacios también y destacan.
En 20 oraciones, debe hacer cómo 7 u 8 para enmarcar. Muy pero muy buena. La capacidad de ser felices con tan poco se pierde el día que te enteras que vez te pasa la primera cosa jodida de tu vida. De ahí para adelante, en vez de disfrutar los momentos en que está todo bien, siempre estás a la espera de lo siguiente.
Bueno. Segunda vez que este celular me publica como el orto
Hacía rato que no metía una columna seria este log.
Macarena, yo hoy me pasé todo el día jugando a la computadora.
¡A jugar!
La infancia es cosa seria.
Maca: excelente esta columna. Coincido con Carles, también.
Macarena, me encantó!!
Cuando era chica, los padres de una tía vivían cerca del aeropuerto, por Cno Carrasco. Tenían mucho terreno, tractor, algunos animales, una prqueña quinta...
Para mi era el paraíso ir ahí. Algo así como una excursión al mismisimo campo que obviamente duraba todo el día. Me parecía que estaba a miles de kilómetros de mi casa.
Subirse al tractor, fijarse si las gallinas había puesto huevos, juntar el pasto, esas cosas me quedaron grabadas.
En lo personal me gustaría que mis hijas estuvieran más en contacto con la naturaleza. Creo que nos hace bien a todos, pero a los niños los llena de vida.
Los padres de hoy tenemos que dejarnos de tanto cemento, tanto shopping, tanta preocupación "para que no les falte nada" y organizar mas paseos a andar a caballo, tirarse en el pasto, o juntar caracolitos en la playa.
Muy buena columna.
En mi caso, lo lindo de tener una madre maestra es que las vacaciones de julio eran verdaderamente vacaciones. Nada de quedarse adentro de casa: las actividades iban desde ir al Italpark en Argentina (una sola vez) o pintar las rejas, la casa, cortar el pasto y ayudar a impermeabilizar la azotea (la mayoría de las veces). Infancia era la de antes.
Muchas gracias por los comentarios.
Tenía un poco de miedo de que no les gustara la propuesta :)
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