"Turquía"

Es difícil empezar a escribir una columna cuando uno está en Mykonos. Es complicado recordar lo que se hizo durante la estadía en Turquía, estando en un paraíso terrenal. Y es mucho más difícil aún si los últimos días del grupo fueron un suplicio, que esperábamos terminara lo más pronto posible.

Ah, porque el 19 de julio terminó el grupo de viaje y volvimos a viajar libres, al menos hasta el 25 de agosto en donde nos juntamos para ir a Rusia. Bueno, en realidad lo hicimos terminar un par de días antes, cuando nos escapamos para Grecia, en busca del descanso prometido, del escape de la rutina viajística de levantarse a las 5 de la mañana y visitar interminables mezquitas con 40 grados de calor.

Fue lindo mientras duró, y lo supimos valorar, sobretodo desde el punto de vista buffetístico, pero ya no lo extrañamos.

Es que en Mykonos no se extrañan muchas cosas. A ver, la mecánica diaria consiste en levantarse, comer algo y empezar la previa para salir. Sí, la gente está un poco enferma y la fiesta empieza a las 5 de la tarde en la playa, por lo que hubo que aclimatarse. Hay playa pero ta, no vamos mucho de día.

Pero hablemos un poco de Turquía... Ta, es imposible. Acaso haré un esfuerzo por detallar la clasificación de viajes en ómnibus según cantidad de horas (o minutos) encima del mismo.

Ni viaje (0-15 min): Ocurría bastante seguido. Nos bajamos de un museo de alfombras, y nos llevaban a una mezquita, por decir algo, que estaba a 200 metros. Pero había que hacerlo en bondi, ya que ese era nuestro hogar. Alcanzaba para subir, robarle algún agua al chofer y prepararse para bajar.

Cual Tala Pando (15-45 min): Acá el trayecto ya era un poco más prolongado, pero no daba tiempo para nada. Apenas para leer un capítulo del libro, dormirse una mini siesta cuando faltaba sueño, o mirar un capítulo de los Simpson.

Viaje corto (45 min - 2 horas): Quizás el mejro de los viajes, ya que todas las opciones eran manejables: dormir un poco, leer, mirar desde un capítulo de Lost hasta una película, etc. Para desgracia nuestra, el viaje corto nunca fue una constante.

Viajecito (2-5 horas): Acá ya había que mirar dos películas, o mezclar peli+serie, o tener bastante sueño y poca resaca para poder dormir bien, es decir, se empezaba a complicar la cosa, máxime teniendo en cuento la facilidad de palabra de algunas compañeras, que nunca elegían la opción onírica al momento del viaje.

Viaje (5-8 horas): El más repetido. Se complicaba para hacer todo lo anterior, la batería de la computadora no aguantaba, el libro ya empezaba a aburrir, el sueño nunca podía ser tanto, las piernas se acalambraban, el cuello quedaba duro. Una poronga básicamente (de paso, no olviden la misma al final de la lectura)

Viaje largo (8-12 horas): No se daban mucho, pero cuando pasaba se sufría. Tenía todos los defectos de los anteriormente nombrados y pocas de las virtudes. El resto se lo pueden imaginar fácilmente. ¿Ah no? Bueno, problemas tenemos todos.

Y así, básicamente transcurrieron los últimos días en la tierra de Lugano, puesto que a las visitas ya ni valía la pena bajar (muy lindo Cappadocia por cierto (ver foto)).

De Mykonos les hablaré la semana entrante, mas no esperen mucho de esta tierra sagrada. Como anécdota, cuando veníamos en el ferry para la isla, por el que pagamos más de 40 euros, teníamos un poco de hambre, y a lo uruguayo adoptamos la estrategia de comer las sobras de la gente en el restaurante, al final con complicidad del mozo. ¿Poco digno? No, poco digno fue cuando un señor nos llamó, y disimulando ante la gente de bien, nos ofreció 20 euros para que nos compremos un plato de comida.

Bienvenidos a Europa.