Yo tengo un Cuento

Sueño

Estaba en mi casa aburrido, con mi perro que cada tanto mandàbase un ladrido. Una luz brillosa irrumpió por la ventana y arremetiose en mi pieza oscura que de inmediato aclarose. Mi perro asustóse y fuese. En mi pecera sin peces, vacía, que no se para qué mierda la guardo, se divisaba algo extraño, hubiese tardado en adivinarlo un año. Acerqueme y agarrelo: era un billete amarillo. No me interesa qué piensen de mi historia pero para mí es maravillosa. Estaba caminando sobre brazas y me empecé a quemar, naturalmente. Sería inútil explicar el porqué pero había algo en mi cabeza que molestaba. Un vago pensamiento, igual que esa luz, arremetíase en el pasillo principal de mis neuronas. No podía evitar el golpe pero igual empecé a correr hacia ningún lado... Faltaba poco para terminar con la tortura y aumentaba la velocidad de mi corrida. Finalmente, y sin querer lo juro, desaparecí en una fumarola y me transporté a través de cyber espacio cual e-mail perdido, sin rumbo, hacía una dimensión desconocida. Ya era inútil escapar, estaba encerrado, no podía respirar y desmayeme. Cuando volví a abrir los ojos mi entorno me asombro, una pared fucsia y alta, altísima se alzaba frente a mí y recordé el consejo de mi tío: cuando hay problemas siéntate y piensa. Inmediatamente deseché esa idea por idiota que era y empecé a golpear el muro con todas mis fuerzas cual loco desesperado por huir del siquiátrico. Luego de un rato vino una de las enfermeras y me propinó una inyección que durmiome por largas horas. Desperté en la camilla, vestido de blanco. Estaba en una cúpula de cristal. Afuera largas extensas praderas alzábanse. Tomé un pico y comencé a romper el vidrio: fue muy fácil. Empecé a escapar, escapaba, al fin libre como gaviota drogada. Pero un dardo dio en mi nuca y estaba ahora cayendo y cayendo. Di contra un piso de mármol. Me puse en pié dificultosamente y examiné la habitación. Era grande y en el otro extremó una viejecita de negro estaba gritando. Corrí a su socorro y me escupió un líquido en los ojos. No veía nada, así estuve un rato hasta que recuperé la vista. El paisaje había cambiado, ahora estaba en una pradera gris, gris como harina de dos ceros. Un pequeño niño esta en una silla silbando la marcha fúnebre. Acerquémele y preguntele: ¿Estoy muerto? Y el niño desapareció y como estaba muy cansado me senté en la silla. En el instante en que mi cola toco el asiento el cielo pusose raro. Se alternaban los colores del arco iris y alguno más. Cerré los ojos esperando cambiar de situación pero no sucedió nada. Los colores se alternaban cada vez más rápido. Estuve un rato y decidí pararme. En el momento en que mi cola despegose del asiento el paisaje cambió: estaba en un aula en una escuela pública. La maestra dijo: ¿A donde va Gonzáles? Me volví a sentar y me puse a trabajar en el ejercicio.

FIN