Oh, Señor, escucha y ten piedad

Padrenuestro que estás en los cielos… santificado sea… bueno, mejor te hablo directamente. Vos estás en todos lados, así que no sé qué huso horario manejás. Pero te cuento que son las 4 de la mañana y no puedo conciliar el sueño. Los quetedije acaban de pasar a las semifinales, y sin necesitar de epidemias de gripe A, tos convulsa o hidatidosis. Solo necesitaron de esa arma de destrucción masiva que los ha venido acompañando en los últimos tiempos.

¿El fútbol de Pacheco? ¿La explosión de Martinuccio? ¿La experiencia de Darío? ¿La mística? ¿El peso de la camiseta? ¿Los favores arbitrales?

No… algo mucho más poderoso y contundente. El orto de Aguirre. Y disculpá que te hable en estos términos, sé que sos Dios y que si querés me volás de un plumazo, pero no puedo referirme a esto en otros términos… no puedo decirte “la fortuna del entrenador mirasol”, no… no hay mejor palabra que esa: orto. Si es cierto que sos hincha de Peñarol (teoría que llegué a desechar hace un par de años, viendo jugar al Peñarol de Garisto o al de Ribas), te pido perdón, no es mi intención ofenderte justo a vos y justo hoy que te quiero pedir un favorcito.

Hasta ayer, yo estaba convencido de que tarde o temprano, esto tenía que terminar. Porque ya lo del jueves pasado fue increíble, con el arquerito chileno metiéndose los goles. Pero lo de esta noche ya no tiene goyete. ¡Perdían 4 a 0 hasta el minuto 87! ¿Te das cuenta que no hay forma posible en la que hayan logrado avanzar? Atenta contra todas las leyes habidas y por haber… la de Newton, la de Caducidad, la del offside, la del más fuerte, la de oferta y demanda.

Por si estuviste ocupado, te cuento cómo fue: faltando 3 minutos, llegó una pelota llovida al área chilena. Pelota fácil para el arquero. Pero un pelotudo parece que le embocó con un láser a Darío Rodríguez, que por si no sabés, usa lentes de contacto. Yo no entiendo mucho de física, pero veía a Macgyver, que hacía cosas raras con lentes y espejitos. Entonces se ve que el rayo rebotó en Darío, y le dio de lleno en el cerebro al arquero, que cayó fulminado.

Gol. Obvio que Pizzi no tenía más cambios para hacer, entonces metió al arco a un jugador de cancha (porque el arquero se recuperó pero al parecer veía menos que Lerena). Y bueno, ahí se dio lo que todos esperábamos: a Aguirre sí le quedaba un cambio. Miró al banco, gritó “Alonzo, zalvame de ezta”, y listo.

El resto te lo podés imaginar. El árbitro da cuatro minutos de descuento. A los tres minutos y cuarenta segundos, córner para Peñarol. Sube Darío, sube Sosa, sube el asado, la nafta, todo sube. El centro de Martinuccio, una bosta, cortito, al primer palo. Al pie del lateral chileno. Vos me dirás: “la agarra de lleno el chileno, la aventa a la mismísima mierda, y se muere el sueño mirasol”. Pero no. El tipo la pifió, la pelota describió una parábola, y cayó cerca del segundo palo. Rebotó en la nuca de Alonso (que en plena lucha con su marcador se había caído al suelo), y se metió contra el palo.

Y ahí no sé qué pasó. Le pegué una patada al LCD (a partir de mañana vuelvo al Panavox de 14 pulgadas) y no supe más nada. Por los cohetes que escuché, resulta claro que el partido terminó y que están en semifinales.

La verdad, no me parece justo. Siete años los estuve alquilando con que no iban a la Copa, cantándoles “cancha no tenés, copa no jugás”, y ahora vienen y de prima nomás llegan a la final. Porque es obvio que llegan a la final, y si llegan a la final, ¿vos pensás que la van a perder?

Y no, qué van a perder… las van a ganar… con un gol de Alonso, o uno de Pacheco, o uno de Mac Eachen de chilena, uno de Corujo de rodilla, da lo mismo. Me los imagino poblando las calles… ¿viste el video ese del tsunami japonés captado desde un helicóptero? Bueno, eso mismo me imagino, un tsunami aurinegro que avanza y en el camino rompe vidrieras, saquea comercios, y nos deja a los bolsos la sensación de que por más tribunas que le agreguemos al Parque, no vamos a poder abrir la boca en mucho tiempo.

Yo me pregunto, ¿habrá forma de frenar esto? Ni siquiera te pido algo sobrenatural, como que le crezca una mano a Muslera, o que Abdala recupere la sensatez, no. Que pierdan nomás. Ni por goleada tampoco. Un golcito de Neymar o del Tanque Silva y a otra cosa. La hinchada de pie aplaudiendo el esfuerzo, Juan Pedro diciendo que el león herido sacudió su melena, y todos felices.

¡Dame una señal, por tu propio amor!

(Publicado en Guambia, 18-05-10.)