Los últimos días en Shangai no fueron tan llamativos como los tiempos de Beijing y Xian, ya que más que nada había edificios gigantes, que jugaban competencia por ser el más alto.
Y como de Hong Kong (que es China, pero no) hay sólo un poco que contar, aprovecharemos estas líneas para desarrollar dos grandes temas que llamaron a nuestra preocupación en tierras asiáticas, ya que no sólo en China se daban estos fenómenos.
El primero digámoslo bien rápido: a los bailes van casi exclusivamente extranjeros, extranjeras, y prostitutas. El segundo, un poco menos fuerte, es el hecho de que las mercaderías no tienen precio a la vista, y éste se va gestando en una amena charla con el vendedor.
A esto último como usted bien sabe se le llama regateo, tanto en Valdense como en Kuala Lumpur. Pero no se confunda, la imagen occidental del regateo es un intercambio de precios que dura no más de 2 minutos, y en donde comprador y vendedor ofrecen, a lo sumo, dos variantes. El regateo oriental es algo muy distinto a eso. Es casi que un deporte nacional, un goce continuo al que se entregan de por vida los vendedores.
Es que uno ve, por ejemplo, la camiseta del lucho suárez en alguna tienda y decide echar un vistazo, a ver si la puede llevar por unos pocos dólares. Pero el arranque no es esperanzador, ya que, el ocasional vendedor, luego de elogiar dos o tres virtudes de la mercadería, tira, por ejemplo, un "100 dólares" como precio. ¡No señor! ¿De qué estamos hablando? Para hacerme robar la compro en Bolso Shop. Y ahí viene la contra oferta. Siempre, absolutamente siempre, hay que ofrecer un precio menor al que se desea pagar, y que sea unas 30 veces más chico que el importe original. Esto sin importar que nos haya parecido bien la primera oferta. Así es el regateo, así es la vida.
Veinte minutos después de la primera oferta, luego de varias amenazas con abandonar el lugar y de infinidad de acusaciones de ser tacaño, si uno tiene mucha suerte, puede llegar al precio real. O al menos al precio final, porque el real no lo va a conocer nunca, y no es más que una sensación de pérdida o ganancia cuando se compara con el logrado por nuestros pares.
Bueno, pero hablemos de las putas, como el lector está esperando líneas ha. Uno cuando imagina trabajadoras del placer, las concibe paradas en alguna puerta, en ropas menores, fumándose un cigarrillo, e invitando a los clientes a pasar a su morada. Bórrense esa imagen antes de leer sobre las meretrices orientales.
En Hong Kong, el último de los destinos, son quizás las más avanzadas. Colombianas, venezolanas, filipanas, y vaya uno a saber de dónde más, lo seducen a uno ni bien entra al local bailable. Y es que lo curioso es eso, caímos en la "ciudad vieja" hongkolense, con bolichitos uno tras otro, pero en donde el 99% de las mujeres eran rameras. ¿Cuál es bien entonces la joda de estos muchachos? Porque uno entiende si alguien decide ir a descargar por ahí, o más aun, si luego de una noche de derrota, anda con mucho dinero en los bolsillos y quiere destinarlos a alguna milonguera.
Pero para salir a bailar a un lugar en donde no haya mujeres gratis, hay que ser, o el más putañero de todos, o adorador del David de Miguel Ángel.
En Kuta, como todo Bali, es bastante más bizarro. Sin mucho problema, andan las trolas arriba de su motito, y persiguen a los potenciales clientes a la salida del baile, ofreciendo sus adorables servicios. No quisimos averiguar si la moto actuaba de nido de amor, o tenían preparado un mejor lecho para tal fin. Vale decir que así como en Hong Kong cobraban 250 dólares, en Indonesia se podían conseguir hasta por 10.
Cerramos paréntesis, y nos vamos a Hong Kong, que es una región administrativa especial de China, y no otro país. En los hechos, Hong Kong y China son dos cosas muy distintas, pero allá estos orientales con sus cosas raras.
El buda gigante (foto) fue de las cosas más interesantes de esta región administrativa especial. Consta de 3 escaleras con 14 escalones, 13 con 16, y finalmente 4 con 11, totalizando 294 peldaños. ¿Para qué hicimos esta cuenta pelotuda mientras subíamos? Pues porque nos habían dicho que eran 268, estábamos aburridos, y quisimos comprobarlo. Para nuestra sorpresa, alguien (quizás nosotros) contó mal. Vaya uno a saber entonces si los peldaños son 268 o 294, si alguno va que los cuente de nuevo.
Para finalizar la estadía en Hong Kong, asistimos a algo así como una sinfonía de luces. Consiste básicamente en que, todos los días, ocho de la noche, los edificios de una isla hacen todos tipo de malabares lumínicos, para que la gente en la isla de enfrente pueda apreciarlos. Dura unos quince minutos y es bastante pintorezco, así como imposible de realizar en nuestro país, ya que a la semana se quedaría sin energía la central Batlle.
Ahora estamos en Vietnam, luego de pasar 30 horas en el aeropuerto de Malasia (temas de escalas...) por un problema con la visa. Pero ya habrá tiempo para contar lo ocurrido.
Acá están las fotos de China: on.fb.me/2011china
Nos vemos el jueves, poronga mediante.
8 comentarios:
Ahora sí. Ahora bien, el director se la podría haber jugado y puesto publicar luego de que volvió la vida a blogger. No sé, yo la tiro.
alf, yo confío en vos, pero la Internet también dice que son 268 escalones.
Excelentes post, se valora esfuerzo, siga así.
Abrazo
Si te llamó la atención el tema del regateo, esperá a llegar a Turquía!
No se si es parte del recorrido que van a hacer (supongo que si) pero ahí vas a ver que es mucho peor... Digamos que es la cuna del profesionalismo en el arte del regateo. Para que te hagas una isea, al llegar al aeropuerto ya te dan folletos con consejos de como hacerlo bien!
La verdad, Alf, los posts vienen siendo entretenidos.
Pintorezco era el que no jugaba maz
En indonesia habrás descargado a piacere.
Y cómo era el nivel de unas y otras?
buenas pics, buena crónica
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