sábado, 27 de enero de 2018

Mamá, quiero ser vulgarista

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Apenas unos días atrás, escuché en un programa X a un grupo musical T –que supuestamente se inscribe dentro de las márgenes del hip hop – criticar de modo directo y mordaz al género musical que conocemos como “reggaetón” por considerarlo ordinario, poco culto y mal estructurado.

Al decir de los integrantes del grupo T, hacer hip hop es un modo de rebelarse contra el sistema imperante, sus letras se circunscriben dentro de los confines sociopolíticos y –según ellos– siempre es preferible escribir inteligentemente a producir canciones que generen “perreos” y empleen la palabra “gato”.

Nunca entendí demasiado el purismo acérrimo de personas que para autodefinirse tienen que apelar a vulgarizar aquello que escapa de lo que ellos consideran normal, normativo.

En mi adolescencia, mi entorno personal y social se dividía entre los rockeros de pura cepa y los cuambiancheros, o “karibitos”, denominación que servía para catalogar a las personas que se cortaban el pelo y/o vestían como los integrantes del grupo de cumbia Karibe con K (tal es el caso del recordado futbolista de apellido Morales). Si eras karibito o te mezclabas con uno terraja, te miraban raro, y al toque buscaban qué tipo de bota usabas, porque ese era otro sello distintitivo entre el bien y el mal. No podías ser ecléctico, o los Redondos o la Cumana, y mientras los señores del buen gusto musical padecían tortícolis de tanto mirar por encima del hombro, los cumbiamba de antaño se gozaban bailando y fregando los cuerpos en la Quinta de Galicia o en el Suda.


La cumbia, al igual que el reggaetón, son géneros hijos de los barrios pobres y empobrecidos, tienen eso en común, nacieron como modo de manifestar una cultura propia y dieron cabida a otro modo de concebir la realidad. Claramente ambos han evolucionado de modo diacrónico. No es lo mismo Azukita pa’l café, emblema alegre del patriarcado (que todos bailamos alguna vez) o la Cometa blanca que sabe que al volar pertenece a un masculino en particular, que Majo la del 13, y Ni una menos.

El reggaetón del gato y el perreo al que referían los hiphoperos del principio también evolucionó: artistas como Ivy Queen reconfiguraron el lugar de la mujer dentro del reggaetón. Hablando mal y pronto, “está todo bien con perrear, pero yo decido si voy a la cama o no”.

Pero incluso si se tratase sólo del perreo, no le encuentro el inconveniente. Aquello de la “sexualización de la mujer” sigue siendo una postura paternalista, llegamos ahí porque ahí nos sitúan, sin saber, sin cuestionar siquiera, si el movimiento pélvico nos llama, nos gusta o nos degrada.

Los puristas del lenguaje y los puristas de la música operan con lógicas similares. Los primeros nos señalan qué está bien y qué está mal, se rasgan las vestiduras si se topan con anglicismos, préstamos léxicos, y sobre todo y Dios no lo permita, con las faltas de ortografía, que califican y estigmatizan la noción de cultura. Los segundos hacen un corte entre lo que ellos creen que es culturalmente valioso y lo que es degradante, inculto, terraja.

 Las faltas de ortografía, en todo caso, desnudan una realidad mucho más profunda que tiene que ver con nociones de contexto económico-social-cultural y una posible estratificación de empleo y de mercado.

Los puristas gramático-correctivos son severos, te tiran con la RAE por la cabeza y te explican cómo hablar. A muchos los he visto en las redes, escribiendo habían por había, hacia cuando era hacía, y otras perlas más.

Los puristas ignoran que la lengua es del pueblo, que la gente impone los cambios en el uso y que la RAE tiene que meterse la norma donde no le da el sol –por eso ahora acepta toballas (como decía mi abuela Cuca) o almóndigas. No las acepta por caridad lingüística, es que no le queda otra, la gente decide. Y donde antes decía “vulgarismo” ahora figura “modismo”.

Del mismo modo, los casticistas de la música pretenden ignorar la fuerza que cobran los vulgarismos de las castas pobres que lideran en sus meneos la idiosincrasia de sus raíces. Como dice Calle 13: el reggaetón “se te mete por los intestinos, por debajo de la falda como submarino”. O acaso, ¿quién no bailó/cantó/tarareó Despacito? Aunque no quieras, se te mete.

Porque lo que de las entrañas culturales surge, no se somete a látigos morales ni a cadenas imperativo-imperialistas. Simplemente es, ocurre sin pedirle opinión a la clase dominante.

Lo dicho, mamá: prefiero ser vulgarista.


Nota 1: agradezco a mis hijos Ignacio y Santiago que me ayudan permanentemente en la deconstrucción de estereotipos y me comparten siempre nuevas formas musicales. 
Nota 2: yo también fui purista alguna vez, pero por ignorancia. 
Nota 3: dedicado a mi abuela Cuca, a quien corregía y siempre me devolvía: “Yo hablo como puedo, como sé y como decido”. Nunca lo sabrá pero en su respuesta está la génesis del amor por mi profesión.

16 comentarios:

Unknown dijo...

Gran nota Gran, Marian...

No hay nada más careta que los moralistas musico-culturales. Si el estigma es al estracto, dejate el bigote al medio y andá a vivir a Carrasco. Pero el término Cultura aplica para toda manifestación. Un género que vive de lo que fue como el tango, era la cumbia Villera del SXIX: Lenguaje soez y con expresiones propias, Música de los bajos niveles y de gente que defiende su honra a navajazos. Hoy gracias a Mattos Rodriguez y otros, goza de ser "bien visto" y universal.

Recomiendo el programa de TV Ciudad "Memoria Tropical". Cualquiera de ellos, pero en especial el del "Pop Latino" donde Torrón a regañadientes, reconoce y valora el género tildado de Terraja...

Mariana dijo...

Excelente acotación, querido Max. Tus ejemplos son más que certeros y me ayudan a expandir la noción central del artículo.
Años atrás, muchos se escanzalidazan por el surgimiento de la cumbia villera, esucharlos era mas que un desatino. Hoy suenan en bailes de salón.
Abrazo grandote!

Facundo dijo...

Pobre vida la del purista, que tiene que limitarse a mover la patita abajo de la mesa, mientras los vulgares bailan, sudan y se aparean, felices de la vida, al ritmo del tema de moda.

Linda columna.

zorro d colonia dijo...

Bo, se dice "vúlgaro", de Vulgaria.
Como Estoicov, Belanov y Semamov

Enanobufon dijo...

Me hace acordar mucho a la aparición del Tango. De los suburbios del Río de la Plata en sus orígenes, un estilo desdeñado por la aristocracia, y luego clase alta porteña y París....
Gran columna Mariana!!

Sinca Bellos dijo...

Bien Mariana bien!!!!

Facundo dijo...

Pocos comentarios che. De las columnas mejor escritas de los últimos 4 años del blog y nadie comenta. Manga de vulgares del primero al último.

Vesubio dijo...

no lo leí (todavía) pero, ¿esto es contenido nuevo? me caigo y no me levanto. el 2018 va a ser el mejor agno del blog.

Mariana dijo...

Facu- son más pobres aún porque lo ignoran. Siempre creyendo que la superioridad estriba en la descalificación de otro. Hace poco fui al cumpleaños de una amiga muy querida- y reparé en lo siguiente: ella eligió cada canción que quería que sonara y le entregó al Dj una lista de lo que ella denominó : artistas prohibidos. Nadie dice que hay que escucharlo todo o que todo tiene que gustar. Pero los otros - los que no te gustan- tambien son artistas y Vale el reconocimiento y más aún vale la definición.Abrazo

Mariana dijo...

🦊 querido: jajjaja- notable ud también

Mariana dijo...

Enanobufon: viniendo de ud es más que un cumplido ! Muchas gracias! Comparto tus palabras con relación al tango. Hoy en día goza de gran prestigio. Sin embargo, las letras tangueras están plagadas de machismos y vulgarismos que bailamos apasionadamente en un dos por cuatro.

Mariana dijo...

Facundo: jajajajajajjaja- Gracias por el apoyo! A lo mejor- no interesó- no gustó- o molesto . A lo mejor estamos rodeados de puristas! 😁😁😁😁😁 abrazo

Mariana dijo...

Vesu- solamente puedo decirte que escribí el artículo bebiendo un té en una regia taza con forma de manzana. Besos

Andrés Reyes dijo...

Me gustó mucho el enfoque. Yo soy purista, pero con el tiempo y los aportes de la autora, aprendí a convivir con otras realidades. Y a darme ciertas licencias, como no usar los signos de admiración de apertura. Creo que para algunas personas, entre quienes me incluyo, la falta de ortografía o el error gramatical opera como un ruido. Sobre todo en ciertos ámbitos más profesionales, donde pareciera que el «error» viene más por desconocimiento que por elección.

Mariana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mariana dijo...

En ámbitos académicos- casi podría decirte- que está bien visto el ser purista. Las maestras, por ejemplo, tienen que enseñar la norma. De hecho, lo considero una herramienta para la vida letrada y para que el entendimiento no escape a otras realidades. Sin embargo, el conocimiento sobre la norma gramatical (en muchos casos equivoca) hace creer a algunos que les confiere derecho para desprestigiar a otros. Entender cómo escribe o lo que sabe la gente es entender su realidad socio cultural y donde debería operar la empatía muchas veces opera la soberbia de quienes corrigen Ambre- por Hambre- pero se comen las eses finales en la oralidad y en la escritura. Gracias por el mensaje. Sospecho que sos un lindo purista.