Abuelo
"Hay que ser prudente", decía mi abuelo y tenía razón. Pero, como dice el dicho, "has lo que digo y no lo que hago", un día dejó el gas abierto y se durmió una siesta en la cocina. Lo que pasa que tenía una cocina grande, como de 300 hornallas, y en el horno entraba una cama, porque había espacio para ponerla, si no no la ponía. Y no estoy hablando de la vida sexual de mi abuelo (el solo hecho de haberlo mencionado ya me eriza y me dan ganas de correr y abrazar a mi mamá), estoy hablando de que ponía la cama en el horno, no de lo que hacía en la cama una vez dentro. Esta aclaración fue para los mente-podridas que leen "ponerla" y "cama" en la misma oración y ya les surge el risoteo interno.
Pobre abuelo, mi madre siempre le decía: "¿para qué tenés una cocina tan grande?" y mi abuelo siempre le respondía: "No sé". Y mi madre lo quedaba mirando, como esperando que el abuelo siguiera hablando, pensando que el "no sé" era una introducción a una explicación posterior, sana costumbre que tienen algunos para atajarse antes de decir alguna estupidez. Pero no era el caso. El viejo se limitaba a parpadear unos segundos, después se daba vuelta y se iba, aunque se estuviera dirigiendo hacia el otro lado o no estuviera haciendo nada, sentado, incluso en medio de una cena o un almuerzo familiar. Cuando mi madre le hacía esa pregunta, él se paraba, decía "no sé" y se iba. Al rato volvía, y seguía comiendo como si nada. Nunca lo llegamos a entender pobre. Pero bueno, era un viejo mañoso, como todos, suponemos.
También le gustaba andar en moto. Me acuerdo que siempre contaba una anécdota de lo más divertida en la que, haciendo ruta por los campos del departamento de Flores, se le dio por meterse a andar entre el ganado y, para hacerse el gracioso (vaya uno a saber por qué, o para quién, supongo que por regocijo propio porque no iba acompañado ni nadie lo veía) le manoteó las ubres a una vaca y un toro lo salió a correr.
Cuando se jubiló, empezó a jugar al 5 de oro, siempre, y una vuelta sacó uno de esos premios raros (tres bolillas y la extra, o algo de eso) y se ganó un par de miles de dólares, quiso cumplir su sueño y se compró, mejor dicho, se mandó hacer esa cocina gigantesca con un horno del tamaño de una habitación de cualquier apartamento, donde entraba una cama como de dos plazas. Y pensar que todo lo hacía por gracioso, se acostaba a dormir la siesta sin avisarle a nadie, eso si, siempre se cuidaba de cerrar el gas (bueno, siempre no, ya ven). Y cuando algún amigo o vecino (no le gustaba hacerlo con familiares) entraba a los gritos preguntando "Anselmo, ¿dónde estás?" se oía una voz latosa decir "Estoy en el horno" seguida de su risa carcajosa, todo para hacer un chiste. Qué viejo pelotudo.
9 comentarios:
Mac Eachen, que en labios de un "plancha no se hace, se naceEeEeEe" o de un Alberto Kessman suena como Maquichen (ergo: Mac Cocina traducido)?
cuando arranca el periodo de mamad... digo, de alcahuetearme?
A mi me gustó mucho el cuento.
Por otro lado, gjoffe mamón.
Un saludo a todos los que me conocen.
Zenytt, increíble, me quito el sombrero ante usted.
yo sabía que algún día esto iba a funcionar, alguien iba a encontrar la relación entre el cuento y la imagen ilustrativa, solo había que dar con el premio.
gracias, zenytt, por se como sos, por darnos la oportunidad de tenerte entre nosotros y por muchas otras cosas más que no las quiero poner porque si no voy a quemar todas las mamadereadas en una sola
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