El propio alfie con sus co-viajeros explorando las profundidades de la cantera de Ferrando
¿Y no era ésta una columna de viajes por el mundo? Sí, lo era, hasta que apareció un tópico que pudo brillar más que el conjunto que lo contiene. Es decir, una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. Y Kesman es Kesman, y Morgan es Morgan. En el viaje vamos a realizar muchas actividades, y una de ellas será ni más ni menos que bucear.
¿Por qué no le dedicamos entonces una columna exclusivamente a las noches de Grecia y Tailandia? O a los templos de Camboya, o a los museos de Europa, o a las pirámides de Egipto. Bueno, primero que nada, porque recién vamos por la cuarta o quinta columna, y no ha habido tiempo para mucha cosa, segundo, como dijo el contador Damiani en ocasión del "monumento" a bengüechea, "porque esas ideas nadie las propuso, y esta idea sí", y tercero y último, ya van a ver por qué.
El inicio. Uno está ahí tranqui en la asamblea semanal del grupo, esperando que termine para ir a la Copa, y cae un tipo ofreciendo un curso de buceo por 200 dólares. Ni pensarlo. ¿200 dólares por tirarme al agua que es de todos y hay por todos lados? Nunca me anoté, pero llegado el día de la primera clase me dieron medio manijazo, me dijeron "es lo mejor del viaje" y ahí caí en la piscina, con los 200 dólares, short de baño, chinelas y toalla.
Desde el principio uno empieza a ver cosas realmente interesantes. Por ejemplo, de pique, te dan una máscara que te tapa la nariz y te impide respirar como una persona normal. De ahí en más nos olvidamos de las fosas nasales y chupamos el aire por la boca cual bebé con biberón.
Pero hay cosas mucho más interesantes. Por motivos de la Física, la Química, o vaya uno a saber cuál de todas esas ciencias que no veo desde sexto de liceo, cuando uno sube o baja muy rápido adentro del agua, ocurren cosas muy extrañas, debido a la presión del agua. Por ejemplo, cuentan la historia de un infortunado buzo, quien divisó a su más infortunado aun compañero desmayado, y no tuvo mejor idea que activarle un sistema que los buzos conocemos, y que te hace disparar para arriba, no como pedo de buzo, sino como buzo inflado. Conclusión: se le despresuraron los pulmones, o algo así, y pasó a mejor vida.
La contracara de esto ocurre cuando uno desciende muy rápido. Es decir, siempre, a menos que sepa usar las patas de rana para amortiguar el descenso. En este caso, los pulmones se sobrecargan de presión, y los tímpanos explotan pal carajo. O cosas peores. La manera de evitar esto es, mientras se baja, ir compensando la diferencia de presión, soplando por boca y nariz mientras estén tapadas, provocando el ya conocido efecto "inflador".
Y estos son sólo algunos de los conocimientos teóricos y prácticos que hay que adquirir para practicar lo que en un momento pensamos iba a ser "lo más lindo del viaje". Fue así que, junto a muchos otros elementos, hubo que ponerlos en práctica en el examen llevado a cabo para obtener la certificación. Y lo logramos, no sin antes pasar momentos de zozobra, por lo que pasamos a detallar algunas cosas que nosotros hicimos y debería usted evitar si quiere sobrevivir en este bello deporte:
1 - Pase lo que pase, nunca intente respirar debajo del agua sin el regulador (respirador). Por más que ande flotando por ahí, usted no es un pez, y si se mete una bocanada de agua intentando obtener oxígeno, no logrará más que un gusto asqueroso en la boca, y una "sensación" de ahogo, que a 15 metros de profundidad, puede llevarlo a hablar con Poseidón sin escalas.
2 - Cuando deba compartir el regulador con un compañero, previo a pasárselo, aspire, no espire, puesto que debe esperar varios segundos para volver a usarlo, y sin aire en los pulmones puede no ser agradable.
3 - Compense. Mientras va bajando, por más pelotudo que le parezca, aprétese la nariz con los dedos, y sople todo lo que pueda, una vez por segundo, hasta quedar hecho un pez globo. De lo contrario, al llegar al fondo le dolerán un tanto los tímpanos, y, lo que es peor, una vez salido a la superficie, comenzará a escupir sangre. Es normal.
Para finalizar, y quitarle un poco el susto al desprevenido lector, les contamos una parte entretenida. Cuentan que luego de estar mucho tiempo bajo el agua, a una profunidad considerable, el Nitrógeno que inhalamos se empieza a comportar de manera extraña, provocando efectos similares a las drogas sociales. Dicen que la sensación es tal, que muchos pierden el control, y se van tras una Sirena para ya no volver. ¿Nos estarán esperando en Atlántida?
4 comentarios:
El partido de peñarol dejó esta columna para un segundo plano. O tercero...
Vos seguí soplando...
que pocas ganas de bucear me dio esto... pero si querés practicar y no tenés tanque de oxígeno...
Te están cortando las piernas Alf.
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