Un poco de historia

Aunque mucha gente prefiera ignorarlo, buena parte del futuro de nuestro siempre languidecente balompié se jugará de acá a un mes, con la disputa de las fechas 11 y 12 de las Eliminatorias previas a la Copa del Mundo del Señor Mandela. Apuesto a que usted no recuerda qué posición ocupa el combinado celeste dirigido por Tabárez. Se lo confieso: yo tampoco. En todo caso, lo que sigue es un breve racconto de las Eliminatorias que me tocó vivir, a fin de ir acomodando el cuerpo de cara a lo que se nos viene encima.

España 82: Uruguay venía de quedar fuera del Mundial argentino compartiendo serie con Venezuela y Bolivia. Imaginen que algo así pudiera suceder hoy en día, con un Julio Ríos no pudiendo dar abasto con sus sirenas. Cuatro años más tarde tocaron el respetable Perú y la enigmática Colombia de Bilardo. Nada demasiado complicado para el reciente campeón de la Copa de Oro, que venía de derrotar a Holanda, Italia y Brasil. Pero la Celeste de los milagros se las arregló para quedar afuera, dirigido por el generalmente afortunado Roque Gastón Máspoli. Memorable vinillo nos dieron los peruanos en el Centenario. De la Copa de Oro apenas si quedaron unos globos inflados con helio con la imagen del indiecito mascota sobre fondo plateado, que unos cuantos años después se seguían comercializando en sus dos tonos: azul o amarillo.

México 86: de la mano y el ano del profesor de educación física Omar Bienvenido Borrás, Uruguay lograría retornar a la Copa del Mundo. No sin antes sufrir un lindo pesto en el Estadio Nacional de Chile (con un gol de tiro libre de Aravena a Rodolfo que no se lo come ni el Cachorro Burián). Se le ganó a Ecuador allá con un gol de nuca de Saralegui, y acá con un agónico tanto de Venancio Ramos. El propio Chicharra sería el artífice de la clasificación, no solo por haber anotado el gol del triunfo ante Chile, sino por el célebre limonazo con el que salvó a Uruguay de una caída segura ante peligrosísimo tiro libre del mencionado Aravena.

Italia 90: la Eliminatoria que ganó Ruben Sosa, que dos meses antes había sido la figura celeste en la Copa América en la que Romario comenzó con su costumbre de clavarnos, ya dirigidos por el Maestro de la boca chanfleada. El Principito convirtió 5 goles en 4 partidos y nos llevó a Udine y Verona, donde pasaría a la fama como el artífice de una nueva frustración. Porque ya lo dijo Kesman: “si entraba ese penal, cambiaba la historia”.

Estados Unidos 94: posiblemente la más fea de recordar, la del affaire Cubilla – repatriados con Hugo Batalla al frente de la AUF. Hasta el día de hoy el otrora popular Luis Alberto se queja, aduciendo que no lo dejaron terminar su obra. Lo cierto es que tras el empate ante Brasil (penal a Fonseca no cobrado en la hora por Bava), asumió Maneiro y se estuvo cerca de la hazaña. Pero cerca, cerca. Más o menos a 93 metros (distancia mínima entre el uruguayo más adelantado y el arco de Taffarel en el encuentro final de la serie en el que nos volvió a clavar Romario).

Francia 98: la más desprolija de todas. Arrancó el Pichón Núñez, siguió Ahuntchain, y en determinado momento asumió Máspoli, aunque de manera simbólica porque todos sabíamos que el equipo lo armaba su jefe de prensa, Rómulo Martínez Chenlo. Apenas si tuvimos el placer de llegar eliminados a la última fecha.

Korea y Japón 02: o el Mundial al que clasificamos sin saber cómo ni para qué. Veníamos bien con Passarella, hasta que se dio cuenta de que Vicente Sánchez era flor de jugador, no se lo dieron, y se fue. Asumió Púa, el clásico gordo bueno, y nos llevó a Korea tras eliminar a Australia. Serie que será recordada como aquella en la que la hinchada de Platense agredió a los jugadores oceánicos a la salida de nuestra principal terminal aérea, en gesto que no dejó de ser saludado por algunos integrantes de aquel plantel.

Alemania 06: más o menos como el anterior, pero sin las agresiones a los jugadores de Australia. Y así nos fue.

(Publicado en Guambia, 28/02/08.)