CUENTO: La aventura de Felisberto continúa

Primero agradecer a enplay, primer colaborador de esta historia que recién empieza.

La aventura de Felisberto continúa

Otra vez amanece, otra vez en la selva. ¡No puede ser! Quizás sea un sueño… O un sueño dentro de un sueño, porqué no. Tal vez quedó dormido en su propio sueño y volvió a despertar en la selva. Solo debería despertar otra vez y listo: de nuevo en su casa, en su barrio, en su ciudad, en su mundo… En su mundo… Todavía no había pensado en eso. Ya era alocado de por si el hecho de haberse despertado en medio de la selva, entonces perfectamente podría ser que de hecho no se tratase del planeta tierra mismo, sino de otro lugar del universo desconocido hasta el momento, o, incluso, de otro mundo u otra realidad paralela. Pero tal vez, no. La esperanza lo obligaba creer que de no tratarse de un sueño, algo de lo que estaba cada vez más convencido, ya dormir y despertar lo hacía empezar a asumir esa idea, que en definitiva, hay que decirlo, era verdad: no estaba soñando. Pero en su cabeza todavía se cuestionaba si estaba soñando o no, a pesar de que todas las sensaciones eran totalmente reales, el dolor del frío que había pasado anoche, el olor a durazno. ¿Durazno? Sí. ¿Y convención? No, durazno, la fruta. Si había olor a durazno, debía haber duraznos, o jugo de durazno. No jugo de Salto, ese que sería de naranja… Ya estaba desvariando. No podía permitirse eso, tenía que conservar la cordura. El ayuno le hacía mal.

Se decide a seguir el olor, cual si del Comisario Rex se tratase y lo que encuentra lo sorprende. En un claro cercano hay un tanque lleno de un líquido espeso, muy espeso, más espeso que el jugo, más espeso que Petinati sonando en un 300 un lunes de verano a las seis y media de la tarde con el bondi lleno de gente y uno viajando parado estampado contra la puerta. Espeso, en una palabra. Pero parece ingerible. El olor no puede identificarlo exactamente como olor a durazno, pero es lo más parecido. Tiene hambre, no sabe si sorberlo o no.

Mientras duda, nota que un arroyo fluye a unos metros de donde está parado. Cruzarlo parece una buena aventura, no es un buen nadador, debería arriesgarse para hacerlo. Vuelve a mirar el tanque, parece que el líquido se está evaporando, o de algún modo está desapareciendo, se le antoja delicioso, pero cada vez hay menos. Si cruza el arroyo para ver qué hay del otro lado y vuelve, a la velocidad en que está desapareciendo el líquido de talante duraznero, ya no habrá posibilidad de tomarlo. Pero si lo toma antes y muere intoxicado, nuca podrá cruzar el curso de agua.

Vuelve a mirar el arroyo, hay un bote que se acaba de desamarrar de algún lugar y se está alejando muy velozmente, antes no estaba, pero eso no le importa ya está curado de espanto, todavía puede alcanzarlo, subirse y ver si el arroyo desemboca en un río y este a su vez en un afluente mayor y termina en el mar. Aunque puede que termine en un lago, en medio de la misma selva, pero podría arriesgarse. Eso sí, de la compota de durazno debería olvidarse. Intuye que si no come algo se desmayaría… Quizás haya otro bote, quizás no. Hay una caja en el bote, parece bastante misteriosa. ¿Cómo desaparece el líquido? Quizás tenga un conducto en el fondo, unas cañerías que le den indicio de algo.

USTED DECIDE. El tiempo es oro. Ya lo dijo Berch.