Salud, campeón

Los presidentes de ambos conjuntos ingresan al campo de juego, hermanados en un interminable abrazo. Por las dudas: el de campera comprada en la calle Colón es Damiani, el símil Santa Claus es Alarcón.

Estalla de júbilo la parcialidad tricolor al comprender que una derrota, podría significar el alejamiento de su entrenador.

Se entonan las estrofas del interminable Himno Nacional, momento que aprovecha un gendarme para cuadrarse. El de la izquierda es un irrespetuoso Jorge Señorans.

Alarcón, con el mismo vaquero con el que asistió a la segunda final, saluda a los emocionados ágiles carboneros.

Y se produce lo inesperado: aprovechando la familiaridad de los ágiles de uno y otro conjunto, Darío Rodríguez y Oscar Javier Morales deciden chuponearse.

Una clara evidencia de la convocatoria de uno y otro conjunto. Los albos se defienden diciendo que los martes de tarde, están laburando.

El portero Sosa se llena las manos de aire al mejor estilo Jorge Seré. El balón, peinado por Regueiro, derivará hacia la posición de Lembo, quien señalará la apertura. ¿Qué se podía esperar de un partido en el que convierta Lembo, amigos y amigas?

El talentoso Marcos Silva comparte conceptos acerca de la vida misma.

Con innecesarios gestos tribuneros, Antonio Pacheco hace gala de una demagogia sin par al salir del campo, dando ingreso al temperamental Pato Sosa.

La foto es una poronga, pero capta la esencia del momento culminante del match, cuando el ágil Balsas, sin oposición aparente, salta con sus casi dos metros de altura para terminar estrellando el balón en el horizontal. ¡Éxitos en tus próximos emprendimientos, Sebita!